CAPÍTULO 6 – SI DEL CIELO TE CAEN LIMONES, APRENDÉ A HACER LIMONADA

 

Luego de los arubianos vinieron otros pacientes y a mí me tocaron sólo tres más porque mi personalidad simplemente no encajaba en las directrices fijadas por los gerentes de las clínicas, dado que 5 de los 6 eran miembros del Opus Dei. No les gustaba mi franqueza ni mi filosofía de vida en la que no cabía el servilismo ni andar alabando los logros de la Congregación Mariana. Al principio se lo tragaban porque los desvaraba con los clientes difíciles, pero cuando les decía que no podía encargarme de un paciente porque tenía que asistir a las clases en la universidad, se enfurecían y me hablaban fuerte como queriéndome hacer sentir que si trabajaba para ellos, ya era propiedad de ellos. Cuando se enteraron de los puti-tours por un taxista chismoso, encontraron la excusa perfecta para no asignarme más interpretaciones. Me lo comunicaron a través de una breve entrevista con uno de ellos, en la que me dijo que temía que esos anti-valores que iban en contra de la moral pudieran llegar a repetirse con sus pacientes. Le expliqué que sólo le ofrecia ese servicio a clientes que lo solicitaban, pero él quería un traductor de apellido paisa,  casado y con un reguero de hijos, de esos que van a misa cada semana con su esposita y al motel con su mozita, porque el que peca y reza, empata.

Bajando de su oficina me encontré con uno de los médicos con los que había tenido contacto por las interpretaciones y me pidió que le hiciera una traducción que necesitaba urgentemente. Mi primera traducción escrita: un artículo sobre úlceras. La hojeé rápidamente para cotizarla y le dí un valor aproximado de lo que valdría. Le conté lo que me había pasado con la clínica y él me dijo que eso le pasaba a todos los que no comulgaban con los camanduleros del Opus Dei. Me contó entonces quiénes eran. Me dijo que me la pagaría de su bolsillo, porque era algo personal de la especialización que estaba haciendo. Le dije entonces que se la entregaría al día siguiente. 

Volví a casa con la cabeza caliente y apenas si tuve fuerzas para cambiarme y salir para el concierto de Soda Stéreo, que estaban tocando en Medellín esa noche y ya había comprado las boletas con mis amigos desde semanas atrás. Pensé que el concierto me haría olvidar el mal rato de esa tarde y así fue. Miré nuevamente el artículo que tenía que traducir y pensé: “a piece of cake”. La ignorancia es atrevida. Pensaba que la traducción escrita era tan inmediata y relativamente fácil como la oral. Pobre iluso! Cuando volví del concierto, a eso de la medianoche, saqué mi máquina de escribir eléctrica, una de esas IBM grandotas de color azul que tenían su ruido característico, mucho menos ruidosas que las manuales pero infinitamente menos silenciosas que sus primas las electrónicas.  Todavía no eran tan populares ni tan costeables los computadores y lo peor de las máquinas de escribir era que si te equivocabas, tenías que recurrir a la plastilina azul para borrar tus errores y horrores y si pasaban de cinco, había que cambiar la hoja y volver a copiar todo otra vez. La máquina azul, plastilina azul y la canción “azulado” de Soda que todavía retumbaba en mi cabeza eran el cuadro azul que nadie habría pintado. Estaba armado de un simple diccionario y un mug lleno de café para que no me rindieran el sueño y el cansancio. Pero tenía frente a mí un nuevo reto y no podía quedar mal. Como decía la canción del salsero Willy Colón: “si del cielo te caen limones, aprende a hacer limonada!”.  Me dieron las cinco de la mañana haciendo esa limonada. Qué limones tan duros y tan ácidos! No tenía técnica. Empezaba a traducir de corrido, paraba cada tres o cuatro renglones a buscar una palabra nueva en el diccionario y seguía. Cuando creía que ya estaba coronando la página, saltaba el puto error, la plastilina, la palabra que me había tragado o la sintáxis que no me cuadraba y mis limitadas habilidades mecanográficas que no me ayudaban. “A repetir la hoja papito, y no te creás tan “sobrado” porque vas a terminar mal parado”, me decía en mi afán de mostrar que era tan buen traductor escrito como lo era en la parte oral. O bueno, eso decían, y yo no tenía con quien contrastar los comentarios. Al día siguiente, mejor dicho ese mismo día pero con luz de sol, volví a la clínica para entregarle la traducción al médico, con los ojos en la trastienda y las visibles señas de trasnocho. Le dije que mi trasnocho se debía al concierto, porque mi orgullo de traductor no podía admitir que la traducción me había embestido y arrastrado por toda Pamplona, como novato en los San Fermines.  El derrotero a seguir era claro: tenía que prepararme más y mejor. Mis clientes merecían respeto, calidad y responsabilidad.


 Continuará...

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PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el julio 11, 2019 a las 12:40am

Gracias! Me halaga que me leás, Maria Mamihega !


PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el julio 11, 2019 a las 12:39am

Mate a la limonada, Hugo Mario Bertoldi Illesca ?


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el julio 10, 2019 a las 10:35pm

Muy bueno, es admirable lo tuyo, siempre es muy lindo leerte querido Malcolm 


POETA DE PLUMA
Comentario de Hugo Mario Bertoldi Illesca el julio 10, 2019 a las 2:30pm

¡Canejo! ¡Esto' e traducir no eh moco' e pavo, don Malcolm! Ai que tener pasensia y orguyo, como el suyo, chamigo. Don Ugo y yo, su alter ego, Irredento Decimeón, le' nviamoh un gran abrazo arjentino y le felisitamoh por su tehto. A mí me guhta la limonada en verano, y suelo agregarle al mate cáhcara pa' darle otro sabor. 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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