CAPÍTULO 7 – C’EST LA VIE ET IL FAUT LA TRADUIRE

 

Después de esa primera traducción escrita, vinieron muchas otras más. No eran tan seguidas como las interpretaciones, pero de que resultaban, resultaban. Unas eran largas, interesantes y retadoras. Otras en cambio, eran monótonas y hasta manuales de microondas llegué a traducir. En aquel entonces no venían multilingües como ahora. Y con la variedad de clientes y traducciones llegó la primera tumbada: un cliente fascineroso que me encargó traducir una propuesta de negocios superurgente, con trasnochada y rebaja incluídas y luego se negó al teléfono, inventó mil excusas y hasta cambió de barrio para no pagarme. Unas son de cal, otras son de arena, pensé.

Por fortuna, la bonanza de interpretaciones seguía y eso compensaba un poco los bajos ingresos por traducciones. Venían clientes normalitos, ejecutivos aburridos y de pocas palabras, parejas europeas que querían adoptar bebés colombianos, ejecutivos “combo” o de puti-tour y hasta un par de monjas francesas que venían a auditar a sus hermanas colombianas.

Un día, a uno de mis profesores de la universidad, el de Radio II, se le ocurrió recomendarme como intérprete ángel guardián de un grupo de rock que la emisora donde él trabaja traía a Colombia. Los rockeros eran los Quiet Riot, un grupo de heavy metal que resultó ser más desagradable de lo que jamás imaginé. Por estos lados sólo se les conocía por una canción: “Come on feel the noise!” que todo el mundo tatareaba sin saber qué carajos cantaba. El grupo era uno de esos “one-hit wonders” que visitaban Colombia cuando ya pa´ qué y encajaban en ese tipo de estrellitas de papel que aquí venían a dárselas de super estrellas. Sus exigencias eran más que desproporcionadas y entre ellas, mi dedicación exclusiva. Para empezar, olían a mil demonios, pues no se bañaban muy seguido y apestaban a cerveza, cigarrillo, marihuana y comida chatarra. Me convencí entonces que su canción la debieron haber titulado  “Come on feel the smell!”.  Aparte que eran muy groseros, vulgares y soeces. Cada tres palabras decían una vulgaridad y cualquier concepto lo adjetivaban con “fucking”. Se creían los “tumba-locas” del continente y juraban que las mujeres les iban a llover al hotel, sedientas de placer. No apareció ninguna. Fueron dos días larguísimos, que afortunadamente eran fin de semana. Me pagaron bien, pero me gané cada centavo y bien ganado. Los tuve que llevar al aeropuerto y al despedirlos les dije “nice meeting you”, pero de labios pa’ adentro completé la frase: “so now I clearly know what disgusting people are like!”.

Y como por aquellos días si me caía la lluvia me caía también el paraguas, un par de semanas después me resultó un corredor de bolsa neoyorquino con el que me recomendó Ken. El tipo no solo pagaba bien, sino que además respetaba profundamente la labor del intérprete. Con él pasé tres días intensos que no me resultaron tan agotadores. Luego de sus visitas a la Bolsa de Valores de Medellín, me pidió que lo acompañara a Cali y Bogotá, pues en aquel entonces había tres bolsas de valores en Colombia y estaban en lo que aquí llaman el triángulo de oro: las tres ciudades más importantes. Bogotá, Medellín y Cali. La Bolsa de Valores de Bogotá agrupaba las grandes empresas estatales y privadas del país, La Bolsa de Valores de Medellín concentraba las empresas locales más importantes, el curubito de la industria nacional, pues aquí se ubican las más poderosas. La Bolsa de Valores de Occidente por el contrario, reunía las multinacionales que en su gran mayoría, tienen su sede en la ciudad de Cali. Para empezar, viajamos a Cali en un avión privado, un vuelo charter que el gringo fletó para hacer rendir más su tiempo en el país. Tuvimos sólo una reunión en Cali y de ahí volamos a Bogotá en el mismo avión. Allá pernoctamos y al día siguiente me tuve que devolver solo a Medellín en un vuelo comercial, porque él regresó  a Nueva York desde Bogotá. Me sentí como una celebridad con ese tratamiento cinco estrellas que me dió ese cliente. Luego, de vuelta a la realidad, a conformarme con los desayunos con pastel de pollo en la universidad, los desplazamientos en buses y taxis y la máquina azul donde hacía las traducciones que no me pagaban tan generosamente. Pero si de altibajos se trataba, mis próximos clientes me enseñarían que el traductor debe vivir en constante metamorfosis…

 

 

Continuará…

 

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el julio 12, 2019 a las 12:22am

Un gusto que me leás, querida Maria Mamihega !


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el julio 11, 2019 a las 10:18am

Muy bueno! aunque el corredor de bolsa me agobió  ja jaja, será porque la economía nos pone así? Bueno yo enseño economía  y si es intensa, me encanto Malcolm, siempre te leo y la verdad siempre tienes intensas y peculiares historias continuas muy entretenidas y buenas, un gusto leerte, abrazo. 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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