MOTEL

(Primera parte) 

En aquella habitación se respiraba un pesado ambiente de humedad. A pesar de que entre sus paredes se vivían efímeros momentos de pasión y sexo, no dejaba de rondar el triste fantasma de la soledad.
María Antonia estaba inquieta; sentada en una esquina de esa enorme cama king zise, sostenía y jugueteaba con el último botón de su blusa floreada.
Al otro lado de la cama, Ángel, de pie, la miraba con deseo desmedido mientras aflojaba con furia el nudo de su corbata. Había esperado mucho por ese momento, y ahora ella se mostraba indecisa. Invirtió en comidas, cenas, flores, cine, y un largo etcétera, hasta que finalmente ella aceptó estar con él, quizá más por compromiso que por ganas.
Él se veía contrariado, no lo podía evitar ni disimular. Tanto la deseaba que tuvo el impulso de poseerla por la fuerza.
Maritoña pensaba fríamente en las posibles consecuencias... desde el qué diría la gente y los compañeros de la oficina, ya que la discreción no era un don de Ángel, hasta la posibilidad de enamorarse. Si bien era cierto que los últimos meses su amistad había crecido y cimentado, y que de cierta manera le gustaba estar en su compañia, nunca pensó que la propuesta para estar juntos hubiese sido tan prosaica. No hubo una petición de noviazgo o algo similar, quizá nunca la habría, simplemente fue una seca invitación a estar con él, tal vez, sólo tal vez, pasar la noche juntos. Esto la sacó de su zona de confort y la hizo sentirse sucia y ofendida. Sin embargo, al día siguiente Ángel se comportó como si nada hubiese sucedido y la llevó a comer sin mencionar nada de su petición. Días mas tarde, él preguntó si había pensado lo que le había propuesto... ella contestó que no. En su interior sintió una profunda tristeza al darse cuenta que él no era diferente a los demás.
Maritoña se sentía cada vez más confundida. Su propia situación íntima y personal la empujaba a entregarse a Ángel, pero su frío razonamiento la detenía de muchas maneras.
Entonces su pensamiento la llevó a recordar su primer y único encuentro sexual, aquella lejana noche que parecía haber sido en otra vida, cuando descubrió que en ella vivía una fiera, una mujer desconocida, salvaje e indomable, con un apetito sexual más grande que la vida. Asombrada sintió cómo su cuerpo se convertía en fuego y se desbordaba en agua, y tocó el cielo al sentirse acariciada, y besó el infierno a través del vaivén de sus propias flamas; cabalgó por extensas llanuras hasta que su potro no pudo más y claudicó, dejándola con deseos intensos deseos de continuar su placentero viaje; A pesar de los enloquecedores orgasmos que disfrutó una breve eternidad, tuvo pavor de ella misma y un miedo infinito a convertirse en lo que nunca imaginó.
Un grito seco desvaneció sus recuerdos; volteó tímidamente y vio a Ángel semi desnudo. Entonces decidió, con firmeza se levantó de la cama y caminó hacía él, tomó sus manos entre las suyas y lo miró fijamente.

El frío de la mañana despertó a Ángel, que de inmediato buscó a Maritoña al otro lado de la cama, sin encontrarla.

Continuará...

Carlos Eduardo Lamas Cardoso.

México.

Derechos reservados.

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Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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