OYÓ EL RUMOR DEL RIO Y DEL AVE QUE TRINO
Iluminó su existencia tan oscura,
aquel amor tierno y palpitante,
con el siguió siempre adelante,
gozando de toda su gran dulzura.
Se bebió de ella la suave ternura,
y su belleza única y deslumbrante,
sus ricos besos fueron un calmante;
vivía una emocionante aventura.
Le nacieron los gratos pensamientos,
y su lúgubre noche se iluminó;
fueron ésos deliciosos momentos.
Así que la honda tristeza se terminó,
y sus caminos no fueron desiertos,
oyó el rumor del río y del ave que trinó.
J. Jesús Ibarra Rodríguez.
México. D . R .
Comentario
Elías Antonio Almada, gentil poeta amigo, gracias por fijar tu vista en mis letras.
Festejo que te hayan agradado. Un fuerte abrazo fraternal en la distancia.
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