MI MUNDO INOCENTE

La casa era pobre, con pisos de tierra;

la vieja cocina tenía el encanto

del café con leche y el pan con manteca

y un calor muy suave con olor a leña.

Andaba mi madre fritando en la hoguera

con la diligencia de poner la mesa

y el mediodía enlazaba sombras

por entre las hojas de la enredadera.

Aromas de guiso, llegaban al patio

donde las glicinas lucían coquetas,

apuraba el hambre el último juego

y hasta la pelota, se quedaba huérfana.

Era como un rito lavarse las manos,

a regañadientes, mientras de reojo

mirábamos el plato humeante y sabroso

servido en la mesa;

y venía mi hermano trayendo del pozo

un balde de lata, con el agua fresca.

La casa paterna, se quedó en mi mente

llena de ternuras y bellos momentos;

nostalgiosa en años, rica en recuerdos.

Donde fui creciendo sin mayor apuro,

bebiendo la sabia rutina de un tiempo

que me fue enseñando a andar por la vida

y subir la loma con paso muy lento...

recuerdos de niño, lágrimas latentes

por pensar ahora, que feliz y pura

fue aquella infancia... mi mundo inocente.

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