DESDE TANTAS ESTACIONES, EL CEREZO PUEDE SER UN NIÑO

PRÓLOGO  PARA EL LIBRO INÉDITO LA ESTACIÓN DEL CEREZO DE JAVIER FRANCISCO PÉREZ

Javier Francisco Pérez es poeta, ¡qué fuerte determinación!, aunque cuando empieza a confirmarlo, inicia su periplo de vida hacia la consumación de su melancolía. Pero no, aquí no. Aquí el poeta se inventa, ya tardío, porque antes, naufragando su sed de poeta entre rutinas, decidió enfrentar la vida, atravesarla casi toda como “contador privado”, pero eso valió. Su vida interior seguía latiendo, formaba su hogar con una Inés, le ayudaba a engendrar hijos que ella hacía con laboriosa fe, construía su hogar, su establo de quimeras; su sed de alquimia parecía dormir. Y cuando se pensionó, volvió a las andadas de su juventud, a los versos, a los cuentos, a intentar la novela. Por ahora, tengo acceso a su primer poemario: La estación del cerezo. Para empezar -siempre es loable empezar por el amor-  Javier empieza por un poemario que es un homenaje a la pareja, a la mujer, al delirio y al sexo. Alguien dirá: es iniciar con lo cajonero, pero Javier tomó otro rumbo. Sí, es cierto, el creo en torno al tópico del placer y del amor:

 

 “Esta pasión amanece / entre los pétalos inciertos de mi sangre, / como una sábana grande y cómplice / que  el silencio  escondió en tus gemidos”. (Poema Despertar)

Pero digo también que tomó otro rumbo, hizo una historia tejida de historias, sugirió personajes, los moldeó basado en sus historias reales y ficticias, tocó a los poetas que deambulaban, a Salomón y su Cantar de los Cantares, no podía faltar este intertexto en todos sus atrevimientos; rozó a Vallejo, a Neruda, a Whitman, y paseó con el yo poético por la Eva, el Adán, el diablo, la vampiresa, el leñador, Afrodita, Cibeles, Dulcinea,  Maryleen Monroe, la mujer de la Letra Escarlata, Lady Di, Frida Khalo, Diego Rivera,  y habló con las voces de las mujeres y con las voces de los hombres, los amantes, los esposos, los infieles, los enamorados, los dolorosos, los ausentes, los impíos, los piadosos, los místicos, los hedonistas. Se puso en el lugar de todas las voces para hacer este homenaje insólito, fresco, nuevo, aunque resuenen tantas voces. Sí, aquí están sus vivencias, pero también sus imaginaciones, sus formas sensibles de percibir la otredad. Javier es un poeta valiente, es un buscador, un hurgador, quizá el demiurgo que se sabe, tardíamente tocado por el ángel, por el duende, por la fuente y la rama del olivo, por la tristeza y la euforia.

 “Llega para romper la plenitud / y sostener los labios que descienden ciegos  / al abismo de la monotonía, / y quebrantar esta intimidad exilada, / para que no sean más esquirlas de fuego…” (Poema El cerezo)

Javier ha recurrido a la metáfora y al símbolo, el cerezo lo magnifica en tres temporalidades y hay un viaje hacia la muerte, pasando por la inmanencia. Pocas veces un libro es producto de lo mediático, de lo que está cerca en el entorno cultural que nos ha forjado. Javier no escatima el poder cantar desde sus mil voces a las cosas pequeñas que nos rodean, él vuelve símbolo los nombres que toca, él les llama mis personajes.“Serpiente tibia, me conquistas, / tacto asesino  / en la propia mordedura del poema”.(Adàn y Eva)

Un día lo corregí imprudente: -no son personajes, no es una novela, ni es un drama son tus alusiones; pero Javier tenía razón, él estaba convocando a esos personajes y ellos acudían al tropel de su pluma a desenmascarar su propia esencia: “agazapada y virgen, / me atrapa en el vaivén de la redecilla, / clavándome con su aguja  / la nocturna libertad”. (la araña).

 

La reina, la niña violada en el río, la esposa, la plebeya que fue reina, la diosa, la femineidad se vuelca en su pincel, porque Javier, al llegar al ocaso, retomó su ser de poeta, de pintor, de altruista soñador de mundos mejores, y encontró en la mujer el leiv motive para desbordarse, pero también para sentarse a la vera del camino a meditar.

 

Su verso es esencia, es revelación. La moda no lo envuelve, no trata de decir: nos hace vivir en el poema. Su riqueza expresiva nos sorprende muchas veces: “He retorcido las manos a los dioses, / para que no intenten despertarnos”. (Elixir)

 

El yo femenino se construye desde una pasión, pero también desde  una conciencia ineludible, capaz de discernir todas las esferas posibles de su sensibilidad: “hasta que nazcan  / mis genes  de amante ya vencida / y se torne eclipse imprevisto / en mi paisaje”. (Libertad)

 

La mujer puede ser la compañera de siempre, la abnegada, pero también un  ramalazo de brisa que pasó por su casa: “El aire no es culpable / de que estés desnuda. / No preguntaré quién eres / cuando te vayas, / solo diré que una  brisa extraviada / pasó por los resquicios de mi casa. (Encuentro fortuito)

 

La musa sabe hablar y nos dice: “Soy analfabeta en la caracola de tus deseos. /Jamás la poesía, / contempló tanto vino derramado”.

      

El libro está dividido en tres partes que se anuncian con versos del Cantar salomónico, o de ese poeta anónimo que dejó los versos sin su nombre para acreditarlos a un personaje de otro siglo. La primera parte es El amanecer del cerezo. Ya vimos de esta parte algunas instancias poéticas que nos amarran al texto, como a nuestra propia vida.

      

La segunda parte El Atardecer del cerezo inicia con versos como este: “Detrás, la mujer desnuda / enciende el torso de la libertad / sobre la luna caída entre la playa…” (Hoja de parra).

 

No hay duda que el poeta encarna los valores más vitales del reconocimiento dador de la libertad a la mujer, y el hombre es el ciego: “Simplemente, /  soy un hombre ciego, / de ahora en adelante”. (Amiga con derechos).

 

En este título de poema, Javier nos convence de la contemporaneidad de su mundo poético, aunque nunca se divorcia de lo clásico en la esencia, de lo romántico en lo emotivo, de lo modernista en el esteticismo, de las vanguardias en sus búsquedas, como todo buen poeta, es un hacedor de líneas que traspasan las fronteras. Y se establecen diálogos entre poemas, entre sus personajes amarrados a la historia o la ficción: “ayer me dejaste tocar tu luz”. “Soy la irreverente”. (Frida Khalo) “Escucho, en el lienzo el latido de tus orgasmos, / como diatribas contra el dogma / de una  fidelidad que quizá me pedías.” (Diego)

 

“Y galopo /con  Rocinante en mi locura, / y en mi locura te invoco, / Dulcinea de mis memorias.” (Dulcinea). Y así como recurre a la historia o a la literatura, es capaz de crear su propia fabulación, que puede ser  invención de un yo lírico femenino o viceversa: “Te ofrezco mi sangre litigante, / peregrino, para que cinceles una puerta /sobre tus noches de piedra.” (Fábula de la puerta).

       

Y también asoma su bestiario: la luciérnaga, el caballo, el gato y para todos estos viajeros conclusos que se tornan símbolos, hay una propuesta desde el erotismo o la magia: “No requiero / para buscar tu nombre, /  levantar la piel del mar”. (Luciérnaga)

“--¿Enmudeces, mujer? / ¿y por qué sigues latiendo humedecida, / sin soltar mi crin?” (Fiebre del heno).

Y la tercera parte es El ocaso del cerezo que inicia con versos contundentes de trasladar al dolor lo que empieza a tornarse lejanía: “Nada sabe de este morboso recinto, / donde cada noche grita su puñal”.

Y grita la mujer su holocausto desde la función dadora de la vida: “Los dedos puritanos han bordado, / en el canesú de mi vestido / una piedra lapidaria para oscurecerme” (La letra Escarlata A).

Y confiere el reino a la muchacha que soñó un reinado: “Ella saltó a su propio reino /rasgando el aire con sus besos indefensos”. (LADY DI).

Y la otra, la mujer que sabe ser desde una orilla inconfesa, salta y se conjuga con su estrella aciaga, pero que se redime: “Seré  la otra, la que deja de ser la nada, / para renacer en la mañana que no tiene memorias.” (Sedienta)

      

Quizá el poeta descubre que declina el amor, pero no, ni siquiera declina la pasión. Él ha cantado el transcurrir del día en el cerezo y la noche viene emparejada al abandono, a la tristeza, a una noche que no es para el gozo, sino para la muerte, aunque al final se rescate ese canto del Carpe Diem. No podemos disfrutar la vida sin la conciencia de muerte que también renace: “Sé un delincuente en mi ombligo abandonado, / sube al norte y baja al sur, / no tan al sur. / Quédate en el Ecuador, en la cueva donde revienta la lluvia”. (Sedienta)

Hay  ludismo, y desde la melancolía también se construye un discurso que habremos de disfrutar porque nos retrotrae a las cuevas de la Madre Gea, de la Pacha-Mama. Y también nos retrotrae a la tecnología en lo que, siniestro, parece robarnos, hasta la identidad: “Soy río imposible de navegar, / robot inútil, / chatarra, /sin tu base de datos”. (Abandono)

Y hay denuncia desde la mujer que ahora es y se rescata a sí misma: “He sido yo / esa mujer borrada en la pared, / trozos invisibles del constante  miedo”. (Identidad).

Y nos deja Javier el gozo desde una historia que él sabe calificar para reinventar el amor: “He lavado la historia negra / de la humanidad / en el aroma de la flor”. (Redención).

        Donde la sencillez de la magia natural es el escenario, aún en medio de las estruendosas ciudades que nos asedian a veces: “Me asusta el misterio / que se exilia a sí mismo / en el seno de mi cama, / donde te desnudas y hueles a lluvia casual.” (Transmutación del amor)

    

       Por eso el poeta culmina volviendo al origen, sintiéndose lo que siempre fue al crear, un niño: “Hablo sin rodeos, mi balance es bueno: / conmigo llevo la niñez” (El viaje del cerezo)

       Sin duda alguna, hemos asistido al nacimiento de un poeta, cuando ya la melancolía de su ocaso, quiere declinar, pero él sabrá hacer de esta infancia un puerto seguro para seguirnos dando su pasión por las letras, con nuevos poemarios, con cuentos que se han almacenado en sus gavetas, con la novela que intenta e intentará, hasta saciarnos con su locura impostergable.

 

 Ronald Bonilla 2014.

 Nota: Javier Francisco Pérez posteriormente publicó un poemario denominado Tributo al amor, y ha recibido primeros lugares en los concursos literarios de Ageco, en poesía en el 2017 y en relato de experiencias 2015 y 2016. Un fragmento de su novela Ernesto y maracuyá fue incluida en la antología Donde contamos hormigas y segundos del Grupo Literario Poiesis 2021. También participa en la antología de poesía Bitácora abierta, 31 latidos en el andén, Editorial Poiesis 2015. El libro La etación del cerezo sigue inédito…una grave enfermedad ha avanzado en Javier.

Del libro inédito: Confesiones desde la poesía (Ronald Bonilla - Lucía Alfaro)

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Comentario

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PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el noviembre 24, 2021 a las 5:40pm

Gracias Delia, por el destacado y por el valioso comentario que me honra y al poeta Pérez también, abrazos


PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el noviembre 24, 2021 a las 5:39pm

Gracias, Benjamín, la salud del poeta Javier Pérez es irreversible, no es que vaya a morir pronto, es que no se podrá recuperar, aunque aún escribe, no puede salir, se desorienta, se pierde, se deteriora su memoria, es algo extraño, quizá más mental que físico. Abrazos

Gracias, María Milagro, abrazos

Gracias María Inmaculada, sí, tienes razón, la fe es lo único que no se puede perder abrazos


ADMINISTRADOR
Comentario de Delia Pilar el noviembre 24, 2021 a las 5:23pm

Gracias por compartirnos el prólogo del libro de este poeta tan inspirado.

Los versos que nos transcribes en él, Ronald, son fascinantes.

Los recursos poéticos están manejados con maestría

logrando efectos que impactan hondamente lo emocional.

Muchas gracias por hacernos conocer nuestro acerbo artístico

latinoamericano a través de sus artistas

que siempre tienen algo nuevo

y valioso para asombrarnos.

¡Felicitaciones a  Javier Francisco Pérez y a ti!

Comentario de María Inmaculada García Gómez el noviembre 24, 2021 a las 4:41pm

Deseo su pronta mejoría, siempre hemos de tener fe. Muy buen prólogo para un gran poeta, me encantaron sus versos, muy profundos. Saludos.


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el noviembre 24, 2021 a las 2:43pm

MUY BUENO! FELICIDADES.


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el noviembre 24, 2021 a las 1:20pm

¡Excelente prólogo al libro La Estación del cerezo de Javier Francisco Pérez, de Ronald Bonilla!

Una pena que estñe mal la salud del Poeta; ¡animémoslo!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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