Cuando muere un poeta,
calla la vida,
se entristece el alma,
el mundo suspira…
Cuando muere un poeta,
se quiebran las voces
del ritmo versado,
del alma herida.

Cuando muere un poeta,
la tinta se esparce
sobre la pálida hoja
buscando la pluma
que débil reposa
junto al tintero,
soñando escribir,
quizás, su última prosa.

Cuando muere un poeta,
hay un silencio profundo,
no hay cruz, ni corona,
ni un llanto, ni un gemido,
sólo queda cual nido
un libro encendido,
con letras ardientes
que graban los versos,
del poeta querido.

Cuando muere un poeta,
hay calma en el cielo,
las huestes celestes
irradian sus luces
al rítmico paso
de un verbo valiente,
que queda en la tierra,
Cual valioso presente.

Cuando muere un poeta,
no hay un adiós
ni un hasta luego,
sólo hay un presente
que queda en la mente,
cual recuerdo urgente
del poema que un día,
escribió para siempre.

Cuando muere un poeta,
hay paz en el alma,
profunda la calma,
divino es el don,
que se esparce cual viento
esperando el momento,
de su encuentro con Dios.

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