BETANCOURT NO FUE ASESINO, BACHILLER RODRÍGUEZ

BETANCOURT NO FUE ASESINO, BACHILLER RODRÍGUEZ

 

Tildar a  don Rómulo Betancourt de asesino porque durante su gobierno tuvo que responder a la violencia extremista conspirativa que pretendía sustituir el sistema democrático que él presidía, con la violencia institucional para preservar el régimen de libertad escogido por los venezolanos en diciembre de 1958,  tras diez años de dictadura castrense, es como aplicarle tal calificativo desconsiderado al Libertador Simón Bolívar por haber decretado la guerra a muerte contra españoles y canarios y por el fusilamiento del general Manuel Piar, ambos actos perfectamente legales porque emanaron de una autoridad legítima.

La primera obligación de un presidente es defender su gobierno y para hacer factible esa defensa dispone de mecanismos legales y recursos materiales. Betancourt, agotadas las instancias del dialogo y otras vías pacificas de conciliación, tuvo que recurrir a  la utilización de las Fuerzas Armadas y otros cuerpos de seguridad del Estado, para hacer frente a una conspiración animada desde el exterior por el revolucionario cubano Fidel Castro, dirigida a implantar en nuestro país un régimen semejante al suyo, aventura bélica, que significó la pérdida de muchas vidas de ambos bandos.

Si acaso hubo asesinos en esta absurda contienda, liderizada a buen resguardo (Congreso Nacional, UCV, etc.) por figuras políticas de la extrema izquierda (MIR, PCV y unos pocos dirigentes de URD que después abandonaron ese partido) que confundieron a Cuba con Venezuela y creyeron que aquí podría repetirse la revolución que echó del poder a Fulgencio Batista, estos asesinos serían Pompeyo Márquez, Gustavo Machado, Domingo Alberto Rangel, Gumersindo Rodríguez y una larga lista de líderes que utilizaron a nuestros jóvenes de liceos y universidades como conejillos de india para socavar las bases del gobierno legítimo y democrático de don Rómulo Betancourt, aún a sabiendas de que tales propósitos fracasarían porque estos falsos revolucionarios no disponían de un aparato militar bien entrenado y carecían también de apoyo campesino que encubriera sus actividades. A nivel urbano este apoyo se reducía a los liceos y las universidades, especialmente la Universidad Central de Venezuela, donde disponían de un verdadero arsenal de guerra y realizaban el entrenamiento. Sus operaciones bélicas consistían en la colocación de bombas de alto poder explosivo en sitios de gran aglomeración como cines, supermercados, etc. y la muerte de humildes policías para privarlos de su armamento, nunca el asalto de un destacamento policial o militar, por lo que tales acciones, lejos de granjearles la simpatía de la población les provocaba repulsa.

Betancourt gobernó en un momento muy difícil para el país. Por un lado, la grave situación económica heredada de la dictadura, y por el otro, las conspiraciones de izquierda y derecha que querían arrojarle del poder. A ambas situaciones las enfrentó con coraje y valentía, dentro de la legalidad, porque no podía permitir que un proyecto político, .como era la instauración de la democracia en Venezuela, en el que había invertido muchos años de su vida, se fuera  a pique para beneplácito de unos pocos militares que querían retrotraer al país al obscurantismo y un puñado de pseudo-revolucionarios que dirigían la “revolución” desde los escaños parlamentarios, las cátedras universitarias y los cafés de la calle real de Sabana Grande.

Esta es la realidad histórica del quinquenio de don Rómulo Betancourt que tal vez ignora el bachiller William Rodríguez, presidente de la Federación de Centros Universitarios de la UDO, quien también parece ignorar que fue durante su agotado gobierno cuando se puso en funcionamiento la Universidad de Oriente, y que gracias a su decisiva defensa del sistema democrático puede hacer uso de un medio de comunicación social para agredir su memoria sin que el gobierno - del partido por él fundado, tome ninguna  represalia en su contra, lo que no habría podido hacer si Betancourt demuestra debilidad y cobardía en el ejercicio de su alta investidura, ¿O sí con las bayonetas derechistas o el paredón revolucionario?

Finalmente no creo que  a don Rómulo Betancourt le hubiese agradado, de estar vivo, ser epónimo ejecutivamente de ninguna promoción universitaria o de cualquier otra distinción. No porque careciera de méritos, pues tenía muchísimos, sino porque no era partidario de tales manifestaciones, Así que puede estar tranquilo el bachiller Williarn Rodríguez. -

 

            (Rodulfo González. Diario del Caribe, Porlamar, 7 de abril de 1987)

 

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