Dentro mi cielo sombrío

se habían opacado todos los luceros,

pero los pude distinguir intactos,

dentro de sus agraciados

 ojos morenos.

 Ella miraba a la luna

vestida de nardos y claveles

y sus ojos no notaban,

el anillo dorado,

 de mis nobles quereres.

Me enamoré sin ambicionarlo,

al saborear,

la dulzura de su voz inexistente

y dentro de mi corazón palpitante

latía el amor,

 mientras ella miraba la luna peinándose

entre las higueras de la noche

 y yo me desvestía,

 dentro de sus ojos morenos

y la sentía ausente de mis antojos,

 mientras se incendiaba,

 el rosal florido de mis amores.

Fui testigo de cómo el reloj

señalaba las horas implacablemente,

entretanto los años,

 iban marchitando,

 mi piel impunemente,

Y ella

alucinada miraba a la luna,

bañarse en el río de sus sueños.

entre tanto mis labios,

 con angustia en sus palabras

pudieron un día arrojado,

confesarle con mi voz callada,

cuanto le he pedido a su luna

que me amé,

y ella sin percibirme,

 me clavó en el pecho,

un puñal de indiferencia,

mientras feliz sonría,

porque yo era una fantasía

y la luna,

el recuerdo viviente,

 de su gran amor ausente.

 

 

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