los eternos y limpios cielos,
testigos de su necesario amar,
el luminoso rayo dejaron pasar,
hasta los verdes y cálidos suelos.
Con la febril mirada fatigada,
el apuraba las copas del amor,
quería besar solo carolas de flor,
para calmar su alma agitada.
Violenta pasión lo atrapaba,
no le importaba la oscuridad,
duras tormentas soportaba.
El roce lo hacía con suavidad,
rescatando una alma encantada,
sus caricias eran de calidad.
J.Jesús Ibarra Rodríguez.
Derechos Reservados. México
2013
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