I   n   é   s

INÉS

          Poco tiempo después de haber asesinado, Inés moriría fulminada por un rayo en una tarde de tormenta.

                          Inés era una mujer muy formal. Educada a la antigua por sus padres: era de comportamiento muy recatado, bastante religiosa pero muy supersticiosa. Inés no era guapa; era más bien fea, sin llegar a extremos, pero si lo suficiente como para que no le acercara ni un solo pretendiente cuando llegó a la edad de “merecer”, es decir una vez que pasó los dieciséis años.

                         Sin embargo en Inés había otro defecto en su carácter: resultó rencorosa, quizá por su falta de atributos físicos, lo que era malamente compensado con ese rencor contra todos, contra la vida.

                        Acaso eso explique lo que hizo con su vecino Enrique a quien habría de asesinar.

                       Esa trágica mañana de los hechos, Inés se levantó como siempre, muy temprano. A las 6 de la mañana se apresuró a ir a la misa de 6:30 a. m. que había cotidianamente en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, de los jesuitas, aledaña a su casa ubicada en una céntrica colonia del poblado.

                       Retornó del templo, como todos los días, alrededor de las 7 o 7:15 y se topó con su vecino Enrique, un hombre viudo de más de 50 años que yacía en ese estado civil prácticamente desde que Inés llegó a vivir ahí, hacía de eso ya más de veinte años.

                       Inés tenía treinta años, es decir llegó a esa vivienda de niña y ahí vio morir a sus padres; primero a su padre y casi enseguida a su madre, doña Rita que había contraído nupcias con Abelardo unos diez años antes de la inesperada llegada de Inés a la vida, pues ellos ya se consideraban un matrimonio sin la suerte de la procreación…y habían decido no adoptar, después de agrias discusiones al respecto, llenas de mutuas acusaciones por ese estado físico, que no quisieron indagar en detalle por la vía médica.

                     De modo que si Enrique era viudo, Inés era huérfana y ambos vivían solos. Pero dada la poca sociabilidad de uno y la otra, casi solamente se dirigían la palabra por condiciones extremas, muy forzadamente.

                    El trágico día, no obstante, Enrique había bebido demasiado y tal vez impelido por la inusual ingestión de alcohol se atrevió a decirle a Inés un leve chascarrillo con halo de coquetería; pero ella no estaba de humor y lo abofeteó, lo que hizo que él, en defensa propia, la aventara contra las pared de las escaleras y la reacción fulminante de la mujer fue entrar a la cocina, tomar el cuchillo más filoso, regresar intempestivamente a donde estaba Enrique y clavárselo en el pecho, dañando de manera fulminante el corazón del sujeto y provocándole la muerte.

                     Sin embargo, Inés todavía pudo fingir que habían sido asaltados, antes de que la policía se hiciera presente en el edificio de departamentos en donde vivían. Y la policía le creyó. Las pruebas que Inés presentó fueron contundentes puesto que tuvo tiempo de hacerse heridas ella y desaparecer de las bolsas de Enrique su cartera, el dinero y algunos documentos además de una estilográfica de oro puro que a ese hombre habían regalado en su trabajo.

                  Pudo Inés poco antes de que llegaran los agentes hacer notar que hubo destrozos en su casa, lo que explicaría la presencia del cuchillo asesino y causante de sus heridas.

                  Pasaron largos meses, y antes de un año Inés iba por el parque frontal a los departamentos cuando se soltó un aguacero, acompañado de tremenda tormenta eléctrica lo que haría que la justicia cayera del cielo.

                  Los mismos agentes de la policía que habían exculpado a Inés indagaron las razones del fallecimiento de la mujer nunca inculpada: encontraron que la pluma de oro de Enrique localizada en el bolso de Inés había provocado la atracción de la electricidad del rayo que la fulminó.

Del libro de cuentos inédito: LA REGLA DE ORO.

 

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Comentario

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PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón ayer

¡Valoro y agradezco tu destacado, gracias por tu presenca, lectura y comentsrio, querida Delia Pilar; feliz mi´´ercoles familiar!


ADMINISTRADOR
Comentario de Delia Pilar el martes

Muy hermoso aunque trágico cuento, Benja.

Sí, esto es lo que llamamos justicia divina.

¡Felicitaciones! 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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