Érase una vez en un lugar muy apartado de las grandes ciudades, en un pequeño poblado del sur de Nuevo León llamado Cerros Blancos, en donde existía un humilde jacal habitado por un feliz y enamorado matrimonio de campesinos quienes, como única riqueza, tenían el cariño que los unía además de un burro y un gallo.

 

Un día, el campesino le dice a su querida esposa que tienen que matar al burro y al gallo porque ya están muy viejos pero, ninguno de los dos, se había dado cuenta que el burro escuchaba afuera de la puerta abierta que daba hacia su pequeño maizal.

A la mañana siguiente muy temprano, llegó el gallo cantando y saludando al burro:

--¡Kikirikiiii!!...--, diciéndole alegre en seguida:

--Buenos y felices días… ¿como estas buen burro?...--

Triste, el burro contesta:

 

--¡Muy mal buen gallo… te informo que ayer escuché a nuestros amos que ya nos van a matar porque ya estamos muy viejos… y sólo te esperaba para despedirme de ti… pues yo… me voy a marchar muy lejos!…--

 

Entonces, el gallo le respondió con resignación:

--Pero yo a donde iría si ya soy muy viejo… me quedo…--, así, envueltos en llanto, se despidieron y el burro se marchó llorando por su viejo amigo.

Caminó y caminó todo ese día y parte del día siguiente cuando, de pronto, se encuentró con un lobo, quien le dijo amenazante:

 

--¡Te voy a comer burro!…--

El pobre burro espantado ante la feroz fiera, le ruega que no se lo coma, diciendo en tono de súplica:

--Por favor lobito no me comas… mira que estoy muy flaco… de nada te serviría… ni me disfrutarías…--

Ante esa realidad, el lobo le contestó:

 

--Está bien… tienes razón… y para que veas que no soy tan malo… te diré dónde puedes encontrar alimento y agua…--

 

El burro de nombre Leonardo, se puso muy contento aunque por poco rato, al escuchar en seguida el tono amenazante del otro agregar:

 

--¡Pero déjame advertirte algo… cuando hayas saciado tu apetito y tu sed… no se te ocurra por nada del mundo rebuznar… porque entonces sí… te saldrá  el Rey de la selva y es muy malo!…--

 

 

Agradeciendo le perdonara la vida y asimismo la advertencia, el burro siguió su camino en la dirección que le indicara el buen lobo hasta que, de pronto, se vio en un inmenso zacatàl donde había un río muy ancho, con mucha agua cristalina y pasto verde y jugoso en las dos orillas del caudaloso río; entonces felizmente, nuestro amigo sació su apetito y su sed.

 

Al quedar bien llena su panza de repente y sin pensarlo, nuestro amigo burro pegó un par de imprudenciales rebuznos de satisfacción:

---¡Aaaahuuu!... aaaaahuuuu!...--.

 

Demasiado tarde se dio cuenta del error tan grande que había cometido pues, en ese momento, hizo su aparición el Rey de la selva quien, lanzó un rugido con fiereza:

 

--¡Rrrroooaaaarrrr!...--, en seguida con su ronca voz, le preguntó al burro:

--¿Por qué rebuznas en mis dominios?...--

El pobre burro todo espantado de momento ante tal ruido salido de la boca del león, respondió preguntando a su vez:

 

--¿Que por qué?... ¿pues tú… quién eres?... ¿cómo te llamas?...—

Para escuchar al león decir orgulloso:

 

--¡Me llamo León… y soy el Rey de la selva!…--

Ah, pero nuestro inocente amigo era tan burro, que todavía no entendía el peligro en el cuál se encontraba, y en forma imprudente, le pregunta de nuevo al león:

 

--¿Eso es un nombre?… ¿y por qué te haces llamar Rey de la selva?...—

Entonces, el león, perdiendo ya la paciencia por completo, respondió furioso:

 

--¡Sí… me llamo León… y soy el Rey de la selva!…--

El burro más que burro e imprudente, en tono burlón, contesta:

 

--Uuuu… yo soy más que tú… porque me llamo… Leonardo…--

Muy molesto, el león, le pide medir fuerzas físicas y, el que gane de los dos, ese, será el Rey de la selva:

--Te daré oportunidad para que… en unos días… te pongas en forma y nadie pueda decir que su Rey es un abusivo…--, agregando en seguida:

 

--Te espero en dos semanas aquí mismo y a la misma hora… burro Leonardo… y así… sabremos quién es el Rey de la selva…--, finalmente, el león, se retira con esa condición

 

Cuando se ha marchado ya el fiero y enorme felino, nuestro amigo burro, al darse cuenta de lo que ha hecho, se puso a llorar diciéndose a sí mismo en tono quejoso:

 

--Por hablador… me va a ganar el león… ¿quién me manda andar de hablador?...--.

 

Y así, lloró y lloró sin poder parar, lamentándose nuestro burro por su suerte cuando, de pronto, se le acercó una hormiga preguntándole intrigada:

--¿Por qué tanto desconsuelo hay en ti burro?... ¿cuál es el motivo de tu amargo llanto?...--

 

Y el burro, le contestó entre sollozos:

 

--Dentro de quince días… tendré una pelea con el león y me va a vencer pues ya estoy viejo… y además…--, interrumpió su frase en ese instante al recordar a su viejo amigo el gallo, para seguir inconsolable:

 

--¡Yo no tengo amigos… no tengo amigos y estoy solo en este mundo!...--, rompiendo a llorar nuevamente sin poder parar.

 

Compadeciendo al burro, la hormiga trata de darle ánimo asegurándole en tono de camaradería:

--¡No te preocupes buen burro… mis amigas y yo… te ayudamos!…--

 

Incrédulo nuestro amigo Leonardo, preguntó en voz alta:

 

--¿Qué?...--, y sin dar tiempo a la respuesta, siguió gritando intrigado:

--¿Cómo?... ¿si eres muy pequeña?...—

 

Sin inmutarse, tranquila, la hormiga respondió para concluir la charla:

 

--¡Tú… ya lo verás en su momento!…--, luego de eso, la hormiga se fue diminuta con un buen plan en la mente.

De esa forma, pasaron los días acercándose así la fecha señalada y, ya en la tarde pactada para el duelo, justo a la hora indicada, se comenzaron a escuchar los rugidos de los amigos del león; venían decididos a vencer al burro, todos afilándose las garras; eran leones, panteras, tigres, leopardos, jaguares y demás felinos gigantescos.

 

 

Por su parte el burro, aterrorizado y sin poder moverse por el miedo a morir en las garras y las fauces de todos aquellos, sólo los veía venir hacia él amenazantes cuando, de pronto, llegaron en tropel las amigas del burro; eran hormigas voladoras, hormigas pedorras, hormigas mantequeras, avispas, y todo insecto que pica y, sin mediar pregunta, se fueron sobre el león y sus amigos montoneros, quienes no soportaron los piquetes en el rabo, en las orejas y por doquier.

 

Fue entonces que salieron huyendo todos los grandes felinos, picoteados a mansalva por las hordas de insectos amigas del burro y, de esa forma, en seguida, lo coronaron dándole nombramiento de: “Leonardo, Rey de la Selva”.

 

Y colorín colorado este cuento ha terminado.

 

Autoría: Ma Gloria Carreón Zapata 

Edición Literaria: Miguel Valdés.

 

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Respuestas a esta discusión

 

 

muy bien merecido

 

Bendiciones incesantes

 

Hola María Gloria, muy merecido, felicidades poeta. Un abrazo.

Arturo Nava

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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