Volvió del más allá (relato verídico)
No vuelvo a enfermarme, no. Mientras me encuentre sola en mi casa no me vuelvo a enfermar. He quedado petrificada del susto. El espanto ha sido tan grande que la adrenalina me ha neutralizado la fiebre.
Sé que estaba despierta, sé que no estaba delirando. Recuerdo claramente el desesperado deseo de orinar que tenía hace solo unos minutos. Literalmente me reventaba, y el dolor en la vejiga era tal que en un momento dado pensé que no podría aguantar más.
La fiebre y el dolor en cada uno de mis huesos no me permitían levantar la cabeza de la almohada. Luchaba con las pocas fuerzas que tenía, trataba y trataba, pero no lograba moverme. Comencé a llorar. A llorar a lágrima viva. Supliqué la presencia de mi madre, le pedí ayuda a gritos entre sollozo y sollozo.
Fue entonces cuando la sentí sentarse en mi cama. El borde se hundió y sus brazos me rodearon por debajo de la espalda, y con mucho amor, sentí que me incorporaba sujetada a sus brazos. Si, lo recuerdo bien, y fue entonces cuando un frío muy grande me recorrió todo el cuerpo, y su presencia me dejó muda, rígida. El corazón se me aceleró tanto que pensé me iba a morir de la taquicardia.
_ No, mami, yo puedo, vete, vete. Yo me levanto sola, vete.
Y he quedado aquí, restablecida, fría, casi muerta del miedo. Fui al sanitario, la fiebre cedió, y ahora tengo miedo, mucho miedo. No debería sentir miedo, pero lo siento.
Ahhhhhhhh, ahora se que mi madre vendrá a mí siempre que la necesite.
Carmen Amaralis Vega Olivencia
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