Una mujer recorre
una casa que, de pronto,
se tornó fría y solitaria…
Sus ambientes todavía
guardan olor a flores
de cementerio…
Cual figura fantasmal vaga,
a la deriva, por ella, desolada…
Mientras se plantea, en su dolor,
que quizás ella
esté más muerta
que el que se fue….
Hasta, por momentos,
se recrimina ese rencor
sordo que emerge
ante la memoria del difunto,
culpable de haberse muerto,
de haberla abandonado
a ese dolor sordo
que taladra su entraña…
Todo lo suyo le provoca llanto…
La vista de sus pantuflas…
El recuerdo de su imagen,
del olor de su piel,
las cosas que no le dijo…
Consciente se hizo de su muerte
al despertar en esa cama
inmensa y palpó el frío lugar
del esposo ausente,
recordando lo helado del postrer beso…
Al comer surgió certidumbre
de estar haciéndolo con alguien
que ya no existía,
que con tristeza
la observaba desde
espectral y pálida figura…
En todos los rincones había
algo que se lo recordaba…
Su visión la acosaba…
Los crujidos de muebles,
ruidos inocentes,
la llenaban de sobresalto…
Un sueño le parecía vivir…
Anhelaba fuera esto pesadilla…
Un consuelo, entre tanta
pesadumbre, quedaba…
Con aire triunfal
y macabro lo masticaba:
¡Ahora nadie lo podría poseer,
ya no habrían brazos que lo cobijaran!
Delia Checa
De “Perfiles de Mujer”
Mendoza, Argentina
2015
Comentario
Muchas gracias, Magnolia, por tu sabio comentario.
Debe ser muy doloroso perder a la persona con quien se ha compartido la vida. Triste pero real.
Mil gracias, Ronny, por tus palabras llenas de sabiduría y calidez.
Así mismo, te agradezco tu grato destacado.
Un abrazo fraterno.
Delia
Muchas gracias, querida amiga,
por tu hermoso y sabio comentario.
Abrazo.
Querida amiga, perder un marido o una esposa es un acontecimiento amargo pero irremediable, tarde o temprano los mejores amantes se despiden. De este poema fluye mucho dolor, desconsuelo y melancolía. Cuando mi padre falleció, mi madre le dijo estas palabras ante su tumba: “Sólo me queda decirte adiós para toda la vida, aunque toda la vida que me resta siga pensando en ti”.
Si, se siente la ausencia del compañero y si, también te recriminas muchas cosas que no hiciste o no dijiste, acaso ni remotamente comprendiste. Ese es el "charco de culpa en la mirada" de la cual habla Vallejo en su poema Los Heraldos Negros.
Pero la vida misma es sabia, paulatinamente vas dejando atrás, acaso en un olvido completo cosas o situaciones que te hacen sufrir y hacen sufrir a tus seres queridos. La vida misma te da el motivo para no decaer, porque los hijos se preocupan por la viuda/o ya que ese ser que queda sin compañero/a también es PADRE O MADRE y por AMOR a los suyos, acaso fingiendo, enmascarando su dolor, hace acopio de toda sus fuerzas, entereza y se pone de pie para evitarle preocupaciones a sus hijos o nietos.
Hundirse en honda tristeza y persistir en ella es un acto de egoísmo y maldad. No es bueno
Gracias mi querida Delia, ciertamente quien queda viuda/o siente muchísimo la ausencia del esposo/a.
Un fuerte abrazo
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