VIAJE DESDE EL PASADO

[Benjamín Adolfo Araujo Mondragón]

VIAJE DESDE EL PASADO

Estoy aquí, recién llegado, a este uno de junio de 2020, ¡siglo

XXI!, nunca pensé que lo lograría después de leer a Daniel Defoe, en su Diario del año de la Peste (1722), y viajando desde el siglo XVIII para acá por accidente de un largo sueño, casi una pesadilla, luego de cenar un pesado plato de borrego.

Toda la noche fue terrible para mí. No lograba conciliar el sueño. Pero cuando lo logré, calculo que tenía yo realmente poco tiempo de haberlo hecho, desperté de pronto en plena ciudad de México que, debo decirlo, en nada o muy poco se parece a mi natal Londres.

Lo único que consigo es darme cuenta de la similitud de las personas propicias para los actos más heróicos o desleznables por su profunda miseria. Daniel Defoe, con precisión de cirujano, se convierte en testigo de los comportamientos humanos más heróicos pero también de los más mezquinos: siervos que cuidan abnegadamente de sus amos, padres que abandonan a sus hijos infectados, casas tapiadas con los enfermos dentro, ricos huyendo a sus casas de campo y extendiendo la epidemia allende las murallas de la ciudad. El Diario del año de la peste es una narración dramática y sobrecogedora, con episodios que van de lo emotivo a lo terrorífico, un relato preciso y sin concesiones de una altura literaria que todavía hoy es capaz de conmovernos hasta las lágrimas.

Llego aquí para encontrarme con otra Peste, la Pandemia del Covid-19 que implica comportamientos muy parecidos a los del siglo XVI, cuando la Peste sacudió al Mundo. Esa Peste, en el siglo XVI llegó a Londres procedente de los países bajos, Holanda esencialmente. Y produjo muchas muertes al grado de que las calles tenían olor nauseabundo por la cantidad de cadáveres insepultos.

El panorama aquí, en México, es sobrecogedor. La gente permanece encerrada en sus casas desde hace más de 73 días por lo menos y hay más de 80 mil contagios en el país.

La gente ya desespera no solo por el terror a enfermar y morir sino porque la crisis económica es fatal. Solo los negocios imprescindibles: hospitales, tiendas de alimentos y otros como tintorerías y papelerías permanecen dando servicio al público pero ya la desesperación desborda los sistemas nerviosos de la gente.

Un caso espectacular ocurrió hoy, hace unos momentos, poco después de mi llegada. Los ciudadanos de una delegación la Gustavo A. Madero de la capital del México, que junto con la de Ixtapalapa son los principales focos de infección del país arremetían contra las autoridades policiacas para impedir que continuara ahí la cremación de las personas fallecidas por problemas pulmonares. "Es un foco de infección", dijeron.

En tanto me entero que, un día antes de mi llegada, ayer precisamente las fuerzas de un partido opositor que apenas gobernó a México recientemente protestaban y pedían la renuncia del presidente López Obrador porque no les auspicia ningún apoyo a ellos sino a los pequeños y medianos empresarios "solamente", cuando los pequeños y medianos son los que propician en 96% de los empleos en el país.

[Benjamín Adolfo Araujo Mondragón]

¡Gracias querida María Beatriz; me preocupa que tú siempre peleas con tu PC...; muy buena tarde de miércoles; feliz y saludable amanecer de jueves; ésto terminará pronto hay que orar y ser paciente!

[Benjamín Adolfo Araujo Mondragón]

¡Jajajaja, se lo diré, Hugo Mario; gracias por tu lectura y comentario y procúrate un miércoles pleno, lleno de salud, de amor y de alegría!

[Maria Beatriz Vicentelo Cayo]

¡CARAMBAS!  Estoy hace rato escribiéndote y esto se para borrando!

Un sueño feo mi querido amigo,  pero te valió para relatarlo al menos, aunque hay algo esperanzador porque si se pudo con anteriores pandemias, significa que pronto saldremos de ésta, ohalá que uno ya extraña su libertad!!

Abrazos amigo, siiii como para meditar y hablar más pero esto ahorita se me corta!!

Besos,  besos y más besos!!

[Hugo Mario Bertoldi Illesca]

Interesante relato, cuate Benjamín Adolfo. Agradezco compartir. Va un apretado abrazo para ti y un beso a la mano de tu preciosa Emiret, soberana que no precisa ejércitos ni títulos nobiliarios para ser reconocida. 

P.S.: dile a la soberana que dice Hugo: el que no ha sonreído, lava los platos toda la semana.