SAMARITANA
Te esperaba dentro la bruma
apoyado a una piedra sentenciado
a su inamovilidad por ser fugitivo
de la montaña, posada de las flores de cactus.
Sin embargo con todas las adversidades
inundado de copiosas lloviznas o
tenebrosas noches, cortejado con aullidos
distantes, así seguía en mi empeño.
Pasaron a tropel los sinsabores
de los chasquidos vibrantes del frío,
abrían ardorosas brechas en cada
latido y suspiro que ahogaban al respirar.
Tanto debería tributar por haber
liberado a estas manos aladas, inmóviles
a la majestad de la tristeza navegante
en los océanos cenagoso del fatalismo.
No había lumbre alrededor de la lóbrega
mansión donde encadenado titubeaba
entre la soledad y los despojos por tan solo
haber renunciado a no ser amado en demasía.
Todo estuvo girando dentro de la perinola
de los sueños, pero así aquella piedra
ahogándose en agua trillada por los molinos
vino samaritana y entre cantos dijo: ¡Vámonos!
Orlando Ordóñez Santos
Derechos Reservados – Imagen de la Red.
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