REVENTARON LOS CEREZOS

Únicamente en las películas de guerras había visto yo un millar de orientales corriendo despavoridos de un lado para otro en total desconcierto. A derecha, a izquierda, trepados en escaleras, arrodillados olfateando la tierra y un centenar de escalofriantes situaciones más. Un caos total de seres humanos en frenesí con cámaras fotográficas en mano, tomando fotos en todas direcciones. Yo los seguía aturdida tratando de entender los rostros maravillados de mis compañeros de laboratorio.
Era el comienzo de la primavera, esa mañana hacía una brisa deliciosa, y en el aire se respiraba un delicado aroma a flores; indescifrable y sutil aroma totalmente nuevo para mis sentidos. Según me acercaba a los jardines del Instituto por el pasadizo que bordeaba a la derecha el edificio me tropezaba con algunos de los compañeros caminando apresurados.
Algún compañero se detuvo, y me gritó:
Dr. Vega, hurry up, you should not miss the sherry blossom (Dra. Vega, apúrese, no debe perderse el reventón de los cerezos). Casi sin saber por qué yo también comencé a caminar muy rápido, para detenerme de repente en el jardín del edificio ante el espectáculo más impactante que he vivido, con la excepción de las Cataratas del Iguazú en época de lluvias. Los árboles de cerezas estaban totalmente forrados de flores color rosa. Eran tantos y tan florecidos que el jardín lucía como imagino debe lucir el cielo de los querubines en primavera. ¡Dios mío, que belleza!
Al terminar la mañana me encontraba totalmente aturdida con un vértigo aromático de muerte. Mi jefe decidió que fuera su modelo para cientos de fotos. Me retrató con flores en las manos, con flores en la cabeza, sentada rodeada de flores, acostada sobre una roca y flores por todo mi cuerpo. Les confieso que me prometí ese día jamás acercarme a una floristería en todo lo que me quedara de vida.
Han pasado muchos años desde esa florecida hermosa que me convirtió en Ninfa de los cerezos, y ahora cada vez que llega la primavera me rio sola a carcajadas recordando a todos aquellos científicos con sus traseros colocados casi en mi rostro tomándoles fotos a las abejitas libando de las flores de cerezas en el suelo del jardín de RIKAGAKU KENKIUSHO, y disparando fotos en todas direcciones.
La vida a veces puede estar muy florecida, solo tememos que tolerarlo.


Carmen Amaralis Vega Olivencia

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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