RASTROJO

[J.Jesús Ibarra Rodríguez]

                                                      RASTROJO

 

Caen las semillas del maíz entre los surcos, y la fértil tierra los arropa el agua y el sol complementan el proceso para que se produzca la germinación. Brota al cabo, de algunos días la pequeñita planta, qué con el paso del tiempo, se transformara en una alta caña, con sus hojas delicadas al principio, después fuertes y unidas a un largo tallo. Su fruto es un tierno jilote con cabellos en la parte alta, que será luego un elote con su vestido verde, apretado, cobijando las blancas hileras de granos.

Al derredor, los huizaches, mezquites y cactus serán mudos testigos, en las mañanas luminosas y deliciosos atardeceres de esta metamorfosis, de un delicado elote a una dura mazorca, ahora con sus hojas deshidratadas y rasposas, cuando pasa esto, cuando madura el maíz se apila en los campos de cultivo, en forma de cono invertido para que por efecto de los rayos solares se seque más rápido y se ayuda a la maduración.

Llegado el tiempo de cosechar, los hombres lo pizcan con unos objetos manuales de fierro llamados pizcadores. Se recolecta y se desgrana en forma manual, con oloteras o en forma mecánica. Así queda lista la materia prima que se destinara a la preparación de variados alimentos.

 

 

Pero la mies, el rastrojo, o sea el manojo de vestidos viejos del maíz, lo que queda en el piso, raíces, hojas y tallos secos no se perderán, se recicla como se diría actualmente; se mezcla con melaza y servirá como alimento para los animales, también será un nutriente para la tierra en donde se sembraran nuevas semillas de maíz, de donde brotaran otras cañas, repitiéndose el ciclo de vida. La materia no cambia solo se transforma.

En la vida humana se encuentra cierto paralelismo con este fenómeno. Podemos decir que nuestro rastrojo, será el nutriente para nuestros hijos, formado por experiencias, vivencias, los valores que les hayamos inculcado, las fuerzas para afrontar los momentos difíciles, su educación.

Todo este bagaje, algún día se perderá en el tiempo, pero renacerá en la descendencia.

 

J. Jesús Ibarra Rodríguez.