PIEL CAFE BRILLANTE

 

 

Con su piel café brillante, bajo los rayos del sol, caminaba llevando Jacinto, en el cuello un paliacate y un machete en el cinto. Con su jícara de fresca agua, siempre hacia ese recorrido, desde su choza de palmas hasta la tierra de cultivo. Había salido temprano de esa casa que él hizo, vivía con su esposa María de toda la vida, desde la puerta lo despedía con la mano en lo alto.

Jacinto era de baja estatura, pero fuerte y decidido, le gustaba su trabajo, siempre lo había querido. Cuando llegó al cultivo lo miro sorprendido, en su fuente de alimento una mancha apareció, no lo podía creer se estaba secando, y de pronto no sabía, como lo podría rescatar.

Regresó a su casa cavilando, y a su mujer todo le platicó, ella cuando le servía la cena la dura noticia escuchó, denotando su tristeza. Jacinto sentado en la mesa, se mesaba la cabeza y grito con enojo –Nos han embrujado María, no me cabe la menor duda-. –No tenemos nada, solo pobreza-.-nuestras plantas se secaron por causa de un maléfico plan-.

Pasaron la noche preocupados por la angustia. Ni la tenue luna en la ventana, ni el sonido de insectos y animales nocturnos, fueron por ellos notados, eran unos seres desesperados.

Al día siguiente Jacinto emprendió de nuevo su camino a la tierra cultivada, pero ya no apreciaba el canto de las aves y los bellos parajes. Llegó al cultivo y noto que la mancha era aun más grande, él en su inocente ignorancia no sabía que había pasado.

Jacinto desesperado ya quería su tierra mejor vender, a precio muy barato la tendría que ofrecer.

Lo anuncio por todos lados, pero nadie la quería, porque toda su cosecha, ése feo lunar tenía. Pasó el tiempo y nada, y Jacinto mejor pensó, migrar a otros lares, lejos de donde nació.

Quería viajar en el tren, por eso invitó a su hermano, para ir a buscar los dos, ese sueño americano.

Sin embargo un buen día, se le ocurrió pasar por ahí, a un hombre medio letrado, que miró lo que acontecía, le dijo al humilde Jacinto –tu vida  y la de tu mujer van a cambiar, pero te debo advertir que ya no podrás mirar los arboles y las aves se irán-.-Tu lugar paradisiaco ya no será el mismo,  no será como un bello cuadro pintado al oleo, porque tienes en tu tierra, el oscuro y preciado petróleo. 

 

                                 J. Jesús Ibarra Rodríguez.

 

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Comentario

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Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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