PIEDRA CIEGA, PIEDRA FRANCA (*)

“La matiére demeure et
la forme se perd...”

(Ronsard)

La luz, el agua, la piedra: temas recurrentes en la poesía de siempre. Los poetas han construido una síntesis lírica con aquellos elementos y la han puesto en juego continuo dentro de su experiencia creativa, para proponer con la palabra cantada en la voz de la piedra una relación entre la sensibilidad mística y la poesía como fabulación.
Intuimos la unidad del universo y percibimos que en sus extremos están la materia y la idea, expresada ésta por la imaginación y la palabra. De tal certeza surgió la confrontación filosófica entre realismo e idealismo, que todavía hoy mantiene vigencia. La reflexión de la filosofía ha tocado otras áreas de la acción y el pensamiento, incluida la poesía como expresión de lo racionalmente inexpresable; es como la memoria de la piedra, donde está presente el dualismo del universo. La piedra es materia esencialmente inmutable, ha existido antes que el hombre y permanecerá cuando él ya no esté más en su reino. La palabra nombra la idea y está hecha de sustancia inmaterial, semejante al aire; se desvanece apenas la pronunciamos. En la rosa se halla la certidumbre de la piedra, y el poeta describe con el cincel el trazo de los jardines y las catedrales.
En todo el juego poético está presente la constante oposición y síntesis entre la luz, el agua y la piedra, pero en el poema se hace patente la dialéctica que los coloca en contrapunto de correspondencias. La luz es fija, inmaterial, fuego y hielo; es una manera de decir la eternidad. El agua es difusa, huidiza, informe; es la entrada en el mundo como un fluir constante y es la fusión de la nube con el éter; siempre en movimiento. En el centro está la piedra, está el hombre. Gracias a la luz, la piedra se hace traslúcida y multiplica su imagen en el agua y en la memoria; su limpidez es inmutable. Ejemplo de ello está en la poesía de Luís Beltrán Mago*:

***

“Aquí nace la luz:
del fuego que fecunda
la esplendidez de un sol sin límites.
(...)

“Por eso lluvia y piedra
se aman en el tiempo”

              E insiste:

“Si soy habitante de aquel mundo
que antes fuera hijo del fuego,
nieto de la amalgama,
de la nada
y el vacío.
Si vivo y sobre mí
descansa el mundo.
¿Por qué no reflejarnos
en el agua,
los metales y el silencio,
construyendo en la luz
las vías de la paz?

***
(Memorial de la piedra)

El poeta ve la piedra con un sentimiento contradictorio. Por una parte, simboliza lo que es y será el hombre: no como un puñado de polvo que se disipa entre las manos, sino como una forma sólida e impenetrable. Pero así como la piedra es el emblema de la eternidad y su longeva vida se extiende desde el elemento fuego y el elemento aire en el corazón del mundo, el poeta proclama la perpetuidad del hombre:

La obra de arte es una totalidad, y el artista es también un hombre total. Su apreciación del mundo es la diversidad casi infinita de la vida y su final unidad en la sustancia del universo. Ante la diversidad, la obra de arte representa las nervaduras de una hoja reflejadas en el agua temblorosa; un juego que es del mismo modo oposición de razones: un innumerable espacio de reflejos, el cintilar de la luna sobre un lago.
Hay en toda poesía una expresión mística. El poeta no se pregunta de dónde viene algo, en pensamiento deductivo, sino que acude a la analogía y hace surgir la identidad en la diversidad: “esto es como aquello”. La piedra es el hombre y le sirve de soporte en la unidad; la materia permanece: En las estatuas se venera el silencio y la permanencia.
La piedra, como el hombre, sufre su propia metamorfosis: ígnea y volátil, perenne e invulnerable. Alguna vez, es sustancia preciosa como joya en la garganta de la mujer: “la froide majesté de la femme stérile”, como decía Baudelaire, a quien repugnaba la blanda y maleable materia sin sonoridad; y otra vez, tiene forma majestuosa: el templo que guarda la presencia de lo humano en la celebración de la divinidad,
El espacio de un poema es un mundo mágico hecho de las oposiciones y correspondencias del universo: nos recuerda que la piedra antecede al hombre en la existencia, pero es el hombre el que da vida y sentido a las catedrales.

******

• Luís Beltrán Mago: Poeta venezolano, 1924.

(*) Piedra Ciega: la preciosa que no tiene transparencia; Piedra Franca: la fácil de labrar. (Octavio Paz: “Ladera Este”).

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de donato perrone el junio 3, 2022 a las 11:44am

Muy buen texto .. gracias  --


PLUMA MARFIL
Comentario de Liliana MarIza Gonzalez el noviembre 30, 2020 a las 10:38pm

Alejo Urdaneta Fuenmayor

Excelente trabajo

Gracias

mary


PLUMA MARFIL
Comentario de BEATRIZ OJEDA el noviembre 30, 2020 a las 2:41pm

EXCELENTE TRABAJO QUERIDO AMIGO ALEJO.

GRACIAS INFINITAS.

ABRAZOS


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el noviembre 29, 2020 a las 10:14am

Excelente reseña, Alejo.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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