Oteo desde las montañas,
un río entre las cañadas
que tranquilo transcurre,
y la nostalgia lo recorre,
por piedras blanqueadas.
Fue en esa tibia mañana
en que evoque tus amores,
y aquellos ramos de flores
que te dí dulce amada,
muñequita tan soñada.
No te dí solo oropeles,
fueron bellos zafiros,
motivo de mis suspiros,
alivio de mis dolores,
curación de mis delirios.
El arrebol del sol tibio
de ocasos y amaneceres,
me llenó de ilusión
y alegró mi corazón,
al estar entre tus brazos.
Te dije unas cantinelas,
amor amor te repetía,
de unas simas a otras cimas,
te quiero te insistía,
sin estiaje en mis pasiones.
J.Jesús Ibarra Rodríguez.
Delegado Cultural UHE.México.
D.R.2013.
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