Maricosas, también observada, miraba a Luisillo, hijo de Gumesho, inquieta y agradecida, sobando su hocico y su nariz rezongona y húmeda, en las manitas del pequeño.
Luisillo, el pequeño niño, también colaboraba con su padre, él había aprendido,
instruido y guiado por este, a reconocer las trampas y los lugares en donde se colocaban,
a efectos de darle casa a los roedores que en oportunidades merodeaban por el retablo y la casa, lo cual era muy desagradable, mucho más, en esta ocasión de preñez de Maricosas.

Gumesho, luego de percatarse y sentirse satisfecho de haber logrado el bienestar,
De la vaca de Don Guimo y de Doña María, se dirigió al recinto en donde moraban estos,
Acto seguido y siendo la hora de almorzar, se sentó junto a ellos y al costado de Don HIipólito mientras que la Niña Ruth, procedía a servirles la comida,
Don Guimo, como cabeza de la familia, inició la oración de gracias al TODOPODEROSO,
Encontrándose también con ellos, Doña Flor y a su izquierda, su amigo de infancia, Raúl el Gato, el primo Hedisho.

Concluido esto, todos disfrutaron de algunos momentos de conversación,
Gumesho, habló a todos sobre el alumbramiento que tendría Maricosas,
con el fin de que todos permanecieran alertas; pues, no había ya más plazo,
para que Maricosas, tuviera un parto feliz, luego de ello,
todos prosiguieron sus labores,
y llegada nuevamente la noche, cada quien reposó en su casa.

Entre el transcurrir de la apacible noche que les tocó como premio a la jornada, quizá, siendo las tres de la madrugada, todos sufrieron un sobre salto,
porque en algo que no era usual, se escuchó un fuerte alboroto de las aves
y demás animales del establo en la comarca o chacra, todos corrieron,


Raúl “el Gato”, se encargó de avisar a Gumesho que por suerte,
no vivía tan alejado y llegó sobre la marcha al lugar,
para poder ayudar a asistir a Maricosas, que estaba pariendo,
es decir, alumbrando un hermoso becerrito,

de color blanco con marrón, como la mamá vaca,

al cual le pusieron por nombre Príncipe,
el que curiosamente, también tenía sobre la frente, UNA ESTRELLA.

Todo era algarabía, Maricosas sonreía,
mientras los nuevos rayos del Sol, aparecían pintando de amarillo
todos los espacios del recinto, mientras las hojas verdes de los árboles del campo, relucían con el fulgor de las aguas cristalinas del río
y el amplio color celeste del firmamento.

CARLOS FIDEL BORJAS DIAZ

LIMA - PERU

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Comentario

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PRESIDENTE HONORARIO
Comentario de Aimee Granado el agosto 17, 2020 a las 8:09pm


ADMINISTRADOR
Comentario de Delia Pilar el agosto 17, 2020 a las 10:26am

Precioso capítulo de este relato costumbrista tan hermoso con el que engalanas el portal.

Gracias por tu aporte, Carlos. Es un gusto leerte, este capítulo está genial. 

Saludos amistosos desde Argentina.

 

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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