Todavía siento la campana de tu risa.
Te veo gatear por la galería solariega,
pequeña… tus manitos negras, muy negras,
muestrario de toda la tierra del lugar…
tus cabellos, hebras muy delgadas
que la brisa alborotaba.
La sonrisa… ¡oh, esa sonrisa!
No era sólo un suceso de los labios,
abarcaba todo tu rostro…
se iluminaban tus ojos color miel
y hasta la piel emanaba luz…
años pasaron…
te alejaste del cerco de mis brazos,
la vida te tornó errabunda…
y ahora, cuando los años
me llaman a sosiego,
cuando mi alma navega
por los territorios de la fantasía
y mis sienes se van cubriendo
de hilos de plata,
bullen estos recuerdos
mientras el alma
me desborda de ternura…
Delia Checa
de mi libro “Poesía”
Mendoza, Argentina
2014
Comentario
Muy agradecida, Teodora, un placer leer el comentario que me dejas.
Saludos fraternos desde mi patria.
Delia
Mil gracias, Edmundo. Y sí, los hijos abandonan el nido como nosotros lo hicimos en su momento, a veces con destino accesible y otras tan lejos que nos dificulta verlos.
Te envío mis saludos desde Argentina.
Delia
Te agradezco tu bello y cálido comentario, Juan.
Muy agradecida, Gloria.
Tienes razón.
Saludos desde Argentina.
Muy agradecida, Trina.
Abrazo.
Bello y tierno poema que he leido con agrado y satisfacciòn, gracias por compartir para nuestro deleite.
Así es, Magnolia; los hijos crecen y dejan el nido.
Muchas gracias y retribuyo tu abrazo desde Argentina.
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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