Con los últimos rayos del tibio sol,
el le decía te adoro mi amor,
unamos nuestras almas los dos,
hasta tocar unidos las puertas de la eternidad.
Ella con su tranquila y dulce voz,
contestaba cual música celeste,
que lo amaba hasta el último día de su vida,
que con él nada del mundo le faltaría.
El globo rojo encendido doraba los bordes de las nubes,
y las aves cansadas tornaban a sus cálidos nidos.
Los dos bajo las pocas sombras tranquilas de un árbol,
se tomaron de las manos en el bello atardecer,
los ríos de sus vidas amorosas juntaron,
y mirándose a los ojos se abrazaron.
J.Jesús Ibarra Rodríguez.
Derechos Reservados.
2013.
Comentario
Un placer poder de jarmi huella en sus versos, Marco
Hermos otu poema. Gracias.
Saludos y bendiciones!
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