Las lunas del mal, una interpretación irruptiva en torno a los arquetipos

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(Prólogo de Ronald Bonilla para el libro LAS LUNAS DEL MAL, de Lucía Alfaro, 2020 Uma Editores, Lima, Perú).

Quizá, las primeras tres referencias intertextuales de este poemario arrojan la luz más fuerte para desentrañar su apasionado lirismo. Todas remiten a Charles Baudelaire y, por lo tanto, a la poesía mal denominada maldita, al simbolismo precursor de lo modernista. Primero el título que es una paráfrasis de Las flores del mal, que aquí se trastocan en Las lunas del mal, luego el epígrafe que advierte el peso temático del poemario en los arquetipos femeninos representados por la luna, y de tercero el primer poema innominado “Albatros”.

Este pájaro grande vapuleado y escarnecido en la proa del barco por una horda infame de marineros en el poema homónimo de Baudelaire, representa también en el poema de Lucía Alfaro al poeta que sabe enseñorearse subiendo a las alturas de su vuelo insospechado e inalcanzable para muchos que transitan a rastras por el suelo, el subsuelo o los maderos del buque.

Es el poeta que se sabe canto, ensoñación que no perdió la infancia, vuelo supremo como lo advierte nuestro Julián Marchena: vuelo también presente en los versos de Alfaro.

Al tenor del tema enunciado en el título que hace referencia al lado oscuro de la luna, parece dilucidar aspectos arquetípicos relacionados con lo femenino.

 

En el caso del poema “Albatros” de Lucía Alfaro, se trata de un tríptico que contrapone los sentimientos del ave con los del satélite de nuestro planeta, en un emotivo contrapunto:

 

Sabe que no es un simple ángel,

se descubrió animal

que no conoce

dónde empieza el perdón.

……………..

Su alma

fue imantada

por un falso satélite.

 

Así, el paradigma más reconocido en relación con la representación de la mujer, mediante el símbolo lunar, que advierte el aspecto de belleza, erotismo, entrega y pureza, representado por Selene y Afrodita, se deconstruye con una denuncia de falsedad de dichos atributos, otorgados por la tradición, en favor de la imagen representada por Hécate.

Otros la llamaron salvaje,

hechicera de aguas pasionales,

Hécate, bebedora de sangre.

 

Pero ella se hace llamar Selene,

mujer de ojos grandes,

cabello azul profundo,

casi negro,

ninfa de cinco puntas,

salvadora…

(Los nombres de la luna)

 

Nuestro satélite que ha sido objeto de inspiración para tantos poetas y artistas, que se ha concebido como la propicia luz indirecta para el amor, que ha encarnado tantas diosas en las diferentes cosmogonías para representar cualidades de lo femenino, que ha sido objeto de rituales desde la ancestralidad hasta nuestros días, y que en realidad mueve las aguas e influye en los ánimos, es aquí descrita desde otro ángulo visual, desde una perspectiva que rompe esos paradigmas, quizá desde contrapuntos, no necesariamente acordes con sus fases, sino con la forma en que lo onírico y lo real, se mezclan en este poemario donde el símbolo lunar sirve para decantarse en pro de una denuncia social contundente.

 

Este aspecto se percibe ya en cuanto avanza la lectura desde la primera parte denominada: luna en minúscula, donde se desenmascara la falsedad de un satélite, que el yo lírico concibe como artificial, y además como cómplice y secuaz de la iniquidad humana. Se enumeran entonces las vicisitudes de la niña y se vislumbran los ejes del mal en conceptos que se sugieren o se hacen explícitos, incluida la condena de la pederastia, pero también de la hipocresía, del poder de los injustos y de la envidia, lo que, sin duda, manifiesta Baudelaire con su gigantesca ave que es objeto de mofa en su andar por el piso. Veamos cómo la voz lírica de Las lunas del mal señala esta complicidad:

 

Alumbró el puñal maldito

de los pederastas

que ocultaron su crimen.

(Luna roja)

 

La conozco y no puede mentirme.

Caminé por los zaguanes tristes de su psique

y entonces la nombré luna en minúscula.

(luna en minúscula)        

 

 

En este poemario, vendrán también las palabras heridas de la poeta, en el medio de los falsarios de la poesía, la que ordena los mares, en contra de las aguas turbulentas de la maledicencia:

“Yo conocí ese rostro,

me marcó con lunares la cara

y me llenó los ojos de ceniza.

Me hizo caminar por la hojarasca roja del suicidio”.

(El rostro oculto de la luna)

 

Se agolparán también en nuevos avatares los poemas que protestan contra esa injusticia que se ejerce contra la niñez y el desamparo, la influencia sobre las aguas de la esquizofrenia, el autismo de tanta soledad incomprensible, el suicidio, los sacrificios de los más puros seres y el poder de los inconscientes:

Ella también es una espada

que se curva en la fragua,

en esa maquiavélica osadía  

de los que se apoderaron del planeta

y lo dominan

(Enigma)

 

Por eso, tratándose de un poemario que navega en las aguas del subconsciente, se despeja por momentos en poesía social y de denuncia, (tan característico en toda la obra de esta poeta), que casi sin proponérselo, abre este camino, como lo abre al final con el perdón y la indulgencia. En la segunda parte La luna siniestra hay mucho más de este afán de compromiso social con el dolor humano:

Se detiene la infancia

en la cuenca de obsidiana.

Más temor y más sangre

para la diosa y su enloquecido ego.

(Wakas en luna llena)

 

La diatriba propia de algunos llamados poetas malditos, que quizá vislumbraron la lujuria femenina como el atentado contra sus propios instintos masculinos, sin comprenderla bien; es diferente en Lucía Alfaro, que utiliza esta vía para lograr un efecto contrario: el propio empoderamiento del género que representa y, cuando parece advertir la falta de sororidad, extiende su ira contra esa negación del don que la ilumina desde el dolor, para imputar de falso satélite a la luna, de “metal forajido”, de engañosa y truculenta. Los marineros que vieron torpe al albatros aherrojado de su vuelo en los tablones ásperos de la proa, me parece que pueden ser la representación de la mediocridad, de los que no tienen luz propia y deben acudir a los falsos metales. La tercera persona del femenino y a veces el vocativo en el poemario es la misma luna, personificada:

Después la vi dejar sus alas

detrás de los telones

y rodearse de mujeres sombrías,

de farsantes que querían mi sangre

en sus rituales.

 

Cantaban y danzaban descalzas,

drogadas de codicia se rasgaron las ropas

al son de los tambores,

sarcásticas reían

y elucubraban palabras incoherentes.

(Ritual de luna llena)

Por eso, si este poemario es una fuente para el estudio de lo psicológico, es también una inagotable cascada para comprender la pulsión de la metapoesía, como retroalimentación de lo espiritual y de lo sublime:

No eres de esta raza, luna,

aquí abajo cantamos sin propósito,

reímos, nos cosemos el alma

cada inicio de junio,

desgarramos las venas en el poema

y lloramos al desvestir el beso

(Profecía)

 

Recientemente, nos decía el poeta Albán en una tarde de domingo en media pandemia, que “la energía lunar es la más maleable que existe, porque el sol es enceguecedor, es el que elimina el misterio, están los billones de energías en el universo y aparece el sol y todo lo desaparece”.  Por eso el poema “luna en minúscula” advierte:

Imaginó ser un satélite invencible

pero es solo una gota de sudor

que cae del gran astro.

 

Y recordábamos esa tarde que la palabra poética está creando el mundo constantemente. La palabra es el poder. No un poder, sino el poder de creación y transformación del mundo, como lo transforma Lucía que canta de nuevo sus dolores, siempre enmarcados en el dolor de los otros, que se vuelven parte del abrazo de su yo lírico, y que deviene al final de este poemario en la esperanza de hallar el poder de perdonar, ignorando el turbado aletazo de la incertidumbre de aquel pájaro marino para penetrar también el mar, en la desnudez “escarchada de sangre”. Después de todo, la sabiduría ya le develaba al yo lírico que también la luna está en el fondo del sí misma, “porque el mar no le fue suficiente”.

Esa esperanza que concibe la indulgencia remite de nuevo a la visión que el ser niña tuvo de la luna en su inocencia, en el poema “Ritual de luna llena”:

De niña alguna vez pensé

que la luna era un pájaro triste

naciendo en el costado de la noche

y que los astros más pequeños

eran estrellas

formadas con las cenizas

de mis antepasados. 

 

Para hurgar, hacia el final del libro, en la esperanza que olvide los tonos oscuros, como en el poema “Tregua”:

Necesito encontrarla flameando

en los faros de los barcos de infancia

sin cobardía o valor,

simplemente mirarla de cinco años

en las latas urgentes de los techos

y lavarle los ojos con la sal

de mis aguas ocultas,

cauterizar la sangre,

la mentira, la arena

con la grafía rebelde

que palpita debajo de esta huella.

 

 

El yo lírico que vuelve a ser niña en el poema, por la ensoñación de que habla Bachelard, quizá en un acaso, en una perspectiva de cambio, intenta pulverizar los postulados primarios para devolver la esperanza que soñó en la infancia, al mirar la luna:

Y la luna se posó sobre la misma orilla

donde puse los pies,

como un ave vencida se acurrucó

equidistante al viento.

(Junto a los girasoles)

 

Podemos ver en estos versos que los actantes líricos, símbolos principales: luna y ave, se consustancializan al fin en la magia de lo metafórico.

La esperanza entonces se confirma con la epifanía final de llenarse “los ojos de montaña junto a los girasoles de Van Gogh”.

Y para que esta lectura, quizá desde la mirada de la luna penetrando las cortinas, se imprima e invite a otros, dejo aquí estas palabras como testimonio del encuentro con lo azaroso del alma; estos vestigios de un camino donde la voz lírica, a partir de una interpretación sui géneris de los arquetipos que este satélite ha convocado durante milenios, propicia el encuentro con el milagro poético.

Ronald Bonilla

Premio Nacional de Cultura 2015

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de MARGARIDA MARIA MADRUGA el febrero 16, 2021 a las 5:43pm

Estupendo. El poder de la palabra en este artículo es muy claro. ¡Felicidades!


PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el febrero 11, 2021 a las 11:10am

Gracias, Lili, abrazos


PLUMA MARFIL
Comentario de Liliana MarIza Gonzalez el febrero 10, 2021 a las 10:47pm

Felicitaciones!

Gracias 

mary


PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el febrero 8, 2021 a las 10:30am

Gracias, amiga, por tu bello comentario, tan atinado, un placer compartir ahora esta serie de ensayos, prólogos y disertaciones, abrazos

Gracias, Sí, seguramente en PARNASUS O SVAI, ABRAZOS


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el febrero 7, 2021 a las 5:13pm

¡Felicitaciones Ronald, pero creo que ya lo había leído!


ADMINISTRADOR
Comentario de Delia Pilar el febrero 7, 2021 a las 4:06pm

Maravilloso prólogo para este libro que, por lo que leí, recorre los laberintos del alma de la mujer, explorando con maestría los arquetipos femeninos. Es indudable que, por su profundidad, merece que nos sumerjamos en su lectura atenta para ir descubriendo ese lirismo conmovedor que aparece en lo que has transcrito. 

Te agradezco de corazón, Roland, nos hayas acercado la obra de Lucía Alfaro. ¡Felicitaciones! 

Un abrazo fraterno.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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