LA VIDA EN ROSA
La vida en rosa
Buena vida era la consigna. Acumular, tener, juntar, coleccionar, parecían los verbos más usuales en su existencia. Pero llegó la vejez. Y con la vejez, los años; y con ellos los males consecuentes: riñones adoloridos, dolores de espalda, de cabeza, de rodillas, de codos, en fin: una pésima digestión y el inmediato llamado a los médicos. Uno de ellos, finalmente el especialista en problemas propios de la edad le hizo saber que en realidad era un millonario coleccionista.
-Usted, le dijo, colecciona males. Le felicito.
Desapareció del panorama. Poco tiempo pasó para que llegaran, en ese orden: el funerario, los deudos, los herederos, el notario público y un moño rosa culminó esta historia, colocado en el pórtico de Samuel, el avaro, que me olvidaba decirles así se llamaba el hombre de esta tierna historia.
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