Hoy cuando el alba asomaba, cuatro agraciadas rosas podé, una era amarilla y de la alborada con sus nuevos colores, se enamoró, La rosada con su ternura me cautivó, me miraba con ojos de niña y a mi corazón de padre cautivó. La negra de su tristeza me contagió y una lagrima de sus pétalos entristecidos, a mi mano seca humedeció. La otra era blanca, tan pura como tu esencia y con esa rosa blanca un exquisito adornó elaboré y en mis sueños azules, con mis maduras manos enamoradas, a tu lozano pelo negro, adorné. Autor: Marco González Almeida Venzeuela 25 de mayo del 2012 Derechos Reserv@dos |
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