“Yo quiero ser llorando el hortelano”
de tus cuitas sembradas en el día,
venero del dolor, besar tu mano.

 

Ser la espiga, la flor que parecía
surgir en el ribete más profano
con los toques de antigua profecía.

 

"Yo quiero ser llorando el hortelano"
de tus campos, tus calles y tus villas
y ser contigo, ángel de poesía.

 

Estar luego también en las orillas
de los pueblos que visten madrugadas
con ciénagas de altas redondillas.

 

Zurcir las telas por demás ajadas
en las ferias de nueva simetría
con pasiones y rejas enlutadas.

 

Llorar quiero también la idolatría
de viejos sauces que el dolor derrama
en los vergeles de la patria mía.

 

Y ser como el fragor que se encarama
en esa noche azul de la belleza
tejida con amor en cada drama.

 

Y palpitar así con entereza
en el potente y celestial murmullo
que esculpe vagamente la pobreza.

 

Ser entonces también como el arrullo
sin rencores ni álgida tristeza.
Ser por siempre leal amigo tuyo
como el responso que la Virgen reza.

 

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