Cuando me veas triste, amada silenciosa, tararéame, junto a mis oídos, la canción “Susanita”.
Seguro que esta canción, amada, de la cual ignoro quién escribió su letra y la colocó en el pentagrama, mandará a la estratosfera la tristeza que me acongojaba, no sé por qué.
Cuando me veas callado, amada, yo que soy un fastidioso parlanchín, háblame con la ternura que sólo tú sabes prodigar.
Y mi increíble mudez de roca, de bóveda, de tapia, desaparecerá como por arte de magia.
Y te contaré el cuento que nunca habías oído de mí y te recitaré el poema que escribí para ti.
Cuando me veas preocupado, corazón, háblame con tu delicada voz para que mi preocupación se convierta en tranquilidad edénica.
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