ELEGÍA A MI PADRE

 

             I

Desposaste a mi madre
en los tiempos de amplia compostura
cuando ella te sedujo
mirando con el verde de sus ojos
el sol de tu sonrisa.

¿Cómo olvidarte padre
si ayer amaste
al molde que me hizo,
para darme la vida, la mies y mi momento
labrando mi destino?

Las noches son mortaja
de tu semilla,
como el viento al infinito con ansiedad del alma
que me aniquila…
con letargo sin sopor… como la luz del alba.

Sí, te viste en los ojos de mi madre
y besaste sus labios.
Bendigo el día,
ese día de mi concepción feliz
en las entrañas suaves que quisiste.

Hoy, déjame soñar que estás dormido,
que soy tu sombra,
un poco de esperanza,
un pedazo de ti,
las voces de tu estirpe o el fiel de la balanza.

Sí, déjame sentir la nube airosa
ser tu sereno soplo,
el manantial de tu alma sugestiva…
la luz de tus ideales
y el sarcástico rostro de la vida.

Hoy, déjame pensar en la alegría
de tus años mozos
zurcidos en el árbol del esfuerzo
con la piedad sabida
de tus pasos certeros y callados.

Veo tu sonrisa dócil, el ceño de jerarca,
tu fuerte voz y los delgados labios,
la fuente de la casa…
tu liquidez de hombre
y prendida muy al sol la savia de tu raza.

¿Y cuántas hora de dolor callado
debimos soportar en el pasado?
Tu grito en resplandor
fue el pliego que enseña en la planicie
la piel de la palabra.

Tu gesto de orador
fue la cumbre del trepidar del tiempo,
de ese mi tiempo ayer tan sorprendido
que golpeó mi juventud
con trazos de templanza.

Vengo a cantarte hoy
al pie de tu sepulcro
en donde sembraste otrora tu cuerpo adolorido,
las añoranzas del pasado estío
y la justa sobriedad
de tu congoja heroica que siente escalofrío.

                     II

Fuiste claro y audaz en tu lenguaje
buscando en tu jardín la blanca rosa
que fue mujer y primorosa diosa
con la que joven emprendiste el viaje.

En tus tiempos de hombre de linaje
tuviste la bondad tal vez gozosa
y luego permutaste aquella moza
por la suerte que cambia el andamiaje.

El mundo que amparó tus directrices
de  hombre pulcro y gozoso de la vida
te vio en momentos con su cruel recelo.

Tu moneda cayó  y entre deslices
emprendiste de nuevo la subida
hallando otra vez el desconsuelo.

                     III

Limpiaste de resabios tu albedrío
en las pradera verde y encendida
y navegaste en proceloso río.

Y tu honradez a ti siempre prendida
fue baluarte de altas emociones
en las congojas que te dio la vida.

Combatiste las sucias sinrazones
y fustigaste a crueles y villanos
llevando con limpieza tus pendones.

Y moruno del piel, con blancas manos
llevaste tu apellido a las montañas
y a los indios llamaste “mis hermanos”.

En tierras muy lejanas, siempre extrañas,
defendiste de México su oro
y el aceite que guardan sus entrañas.

En el Senado hablaste con decoro
de los héroes que al domo condujiste
con entusiasta y viril decoro.

A Chiapas, tus amores bien rendiste
en turgente y espléndido discurso
cuando tus causas con placer dijiste.

Sin afrentas, ayer le diste curso
al carro de expresiones portentoso
usando las palabras en desuso
en tu alegato radiante y victorioso.

 

 

 

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Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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