Ela Urriola, La edad de la rosa
Disertación sobre el nuevo Premio Nacional de Poesía Ricardo Miró, 2019 en Panamá. Al libro La Edad de la rosa, de Ela Urriola, realizada durante la Feria Internacional del libro en ese mismo país. Ronald Bonilla.
La rosa, de belleza evanescente, consustanciada simbólicamente con el tiempo de su fugacidad es el íncipit, quizá el primer paratexto que emplea Ela para referirse a su nueva creación, premio Nacional de Poesía Ricardo Miró, en Panamá, que incluye un homenaje vivo, ardiente, cálido, solidario, a una serie de mujeres emblemáticas en el arte, sobre todo por lo azaroso de sus existencias. Y hago hincapié en lo paratextual para iniciar mi comentario, porque Ela no es de explicar en su poesía, sino de dejarse fluir intuitavamente por el mundo de la metáfora, de los símbolos, de la sugerencia: así sabemos, que cuando encontramos nuevos poemas de esta mujer valerosa, vamos a discurrir por los meandros de la buena poesía, de la poesía, sin concesiones. Es poesía, sí, desde el humanismo, desde una mirada profunda y el lector se vuelve su cómplice, más que su aliado, y por ello determina las fuentes paratextuales, los epígrafes son fundamentales, el prólogo que ayuda a la lectura y otros datos consustanciales, incluso la bellísima dedicatoria a su madre y a su padre. Así que escribiré para aportar algo nuevo a estos paratextos, pensando que la amistad que me une a Ela y a Marco, serán también un marco para trascender la opinión personal y dejar constancia de una lectura que me ha sobrecogido.
Tengo a mi haber que he escrito un libro de homenajes a poetas y escritores, sobre todo, donde algunos nombres coinciden con la selección de féminas que ha seleccionado Ela para poetizar en torno al significado de sus vidas y sus dolores y amores. Sus poemas se engrandecen porque siendo tan inspirados, requirieron una retroalimentación cognitiva basada en un estudio profundo de sus quehaceres y obras. Por último pienso leer el prólogo de Cilleruelo después de hacer los apuntes para mi trabajo para no verme compelido a repetir o dejarme influir por su pensamiento.
Nota: los segmentos del poema están relacionados con elementos de la botánica y expresamente del estudio de la flor:
Carpelos y anteras, androceo y gineceo, todo hace referencia a la naturaleza femenina, incluso las anteras que son contenedoras del polen, símbolo de la fecundación. La rosa es la flor más emblemática dentro de ese simbolismo, lo femenino, la belleza, lo efímero. El epígrafe de Clarice Lispector lo dilucida.
Las homenajeadas: Frida Khalo, Alejandra Pizarnik, Anaïs Nin, Tina Modotti, Teresa Wilms Montt, Victoria Santa Cruz, Jeanne Hébutherne, Sor Juana Inés de la Cruz, Silvia Plath, Carol Dunlop, Cristina Peri Rossi, George Sand, Rosa de Halfeti, Leonora Carrington, Marguerite Duras, Alfonsina Storni, Camille Claudel, Adéle Hugo, Leoni Gilmour. (7 coincidencias), conforman un desfile de emblemáticas mujeres del mundo de las artes que, de alguna manera, atraviesan el trágico enfrentamiento social, mental, la entropía o dislocación con el mundo, entran en crisis existencial y muchas veces son compelidas incluso hasta el suicidio o la autodestrucción paulatina, aunque sin duda algunas de estas mujeres son un puntal de lucha en pro de la justicia y por los derechos humanos, quizá el misterio de la muerte de Tina Modotti no es el eje central de su poema, tanto como la percepción síquica de un lirismo amoroso que la ronda siempre, y más allá de su compromiso político. La pluma de la poeta evoca aspectos relevantes de sus vidas, imprime su sello propio al traslapar la propia autobiografía con sus referentes, con los vocativos, aunque asume diversas perspectivas para ir más allá del retrato, para dejar constancia del impacto recibido por esas biografías y sobre todo, por sus aportes artísticos e intelectuales. El amor y el dolor, la visión de la sociedad patriarcal, la crítica al medio, a la alienación del entorno, son aspectos relevantes de sus revelaciones, del afán trascendental de sus mensajes líricos.
Las perspectivas para plantear cada poema son diferentes: en el de Frida Khalo, ella habla a Diego, que sería el vocativo. La ambientación se da en el título Un jardín en la Casa azul. La paseante Frida por su jardín advierte que todo cambia como en la canción chilena, pero hay algo que no cambia en su percepción: el cuerpo propio, mi cuerpo, eso es lo permanente, lo inmutable. La poeta se siente además prisionera de su alcoba y la mención de Dios es la imprecación de su rabia y de su cansancio, perdón, de la rabia y el cansancio de Dios. Esa humanización del Dios recuerda el espergesia de Vallejo. “Y Dios ha mirado hacia otro lado”- nos dice esta Frida que ha pasado por los trenes, entre los hierros, y ahora pinta de azul su casa solariega- Y dice: Diego estoy quebrada como una copa / Reventada y jodida / como una pinche damajuana / craquelada en su levedad.” me llaman la atención estos versos por la imbricación de dos lenguajes que se oponen y complementan: el popular y coloquial que da la ambientación mexicana, y el poético, casi diría culto como en la craquelada, tecnicismo del mundo de las artes plásticas, (de lo cual es también artista nuestra poeta) y la levedad, conceptualismo muy poético. Pues para dar aspectos autobiográficos del yo lírico que en este caso representa a su homenajeada, es necesario, sin contar, sugerir los aspectos relevantes de su vida, su sexualidad, su desenfado, su amor, sin duda una reiterpretación que parece genuina, que se levanta como un mural de esta mujer que hizo pinturas pequeñas pero grandiosas, se autoreferenció en ellas como aquí en su dolor, evadiendo la posibilidad de que se le llamara surrealista cuando se concebía pintar su propia factualidad.
En el poema Alejandra es una manzana, dedicado a la Pizarnik, el personaje se concibe al principio en la tercera persona, el ella: por lo tanto, el poema es más narrativo, aunque en el tiempo del presente, para lograr la inmanencia de lo acontecido, de la acción verbal: el elemento musical del bandoneón ayuda a la ubicación geográfica: el vocativo es su pronombre: Y ella baila con la brisa / devora paisajes / Renace en un cuaderno arrugado.” Pero en la segunda estrofa, el vocativo es el nombre: Alejandra y aparece la segunda persona del singular. Es decir hay dos tratamienbtos diferentes para la misma persona en el poema: el yo lírico primero parece aconsejar, exhortar y luego el tú se acciona: Tus manos fecundan la rosa. El cronopio que representa su amistad con Cortázar aparece y la rosa como símbolo deviene en las espinas. Aparece el epíteto: niña de rincones y estrépitos y luego semenciona el lunfardo, lo que se ubica en la misma línea argumental del ambiente. luego de metaforizar a la mujer con la manzana, culmina los versos con nuevas exhortaciones, solicitudes para que Alejandra cumpla su destino de poeta, encendiendo la penumbra: oximorón vital para comprender a una poeta que pasa por oscura cuando se desangra en sus versos y derrama la luz.
Anturio. Para Anaïs Nin, poema homenaje en vocativo: el tú representa a la poeta. Panegírico, incluso al símbolo de su sexualidad, su bigamia, la historia de su incesto con el padre, el personaje se metaforiza en anturio, jazmín, crisálida, sedienta de ajenjo. Su danza es macabra, y el beso peligroso de una daga. “Destejes la dilación de Penélope”, dice para aludir simbólicamente a la espera, a la postergación de su voz, que cada día más, cobra relevancia en su entorno y en el mundo. Con cultismos como Lutróforo, (vaso con dos asas para llevar agua al baño, término griego y alexifármacas, sustancias para combatir los venenos. Los símbolos florales aluden de nuevo a la femineidad.
TINA MODOTTI, el muchacho que se fue.
Tus pies, tu mano. De nuevo el vocativo tú, y las partes del cuerpo: pies, primera estrofa, mano, segunda, y en esa misma se metaforizan las mismas manos: tus garras. El vocativo es llamarle: Amor, lo que puede significar que el yo lírico es otra persona, no la voz de la poeta. La asimila como muchacho, que deviene de una niña. “el muchacho que se fue / sigue muriendo en las tardes”. Aquí llamo la atención de la sencillez de esos versos, la difícil sencillez lograda. “la lágrima aquella que una niña grande / ocultará / cuando necesite el amor / y no lo tenga”. Culmina.
Luna a destiempo. Teresa Wilms Montt. Inicia con su infancia, en la sencillez del jardín y el arroyo. Pero luego la mujer se mimetiza con la luna. Basta decir Mujer, luna, la suavidad se llena de sombras. Hay claras alusiones al patriarcalismo en la clase acomodada que la ve instaurarse, en medio de la hipocresía. “La furia brota de la pluma”, es el verso mayor que la significa para dejar expresado lo indomable de su carácter. Para ser al fin, sin hijas en los brazos, luna tardía, guiada por Anaurí, el joven suicida que la amó y quizá le descubrió el camino de su trágica perdida y el título de su poemario.
Ronald Bonilla
PRMIO NACIONAL DE CULTURA MAGÓN 2015
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