EL TRIUNFO DE AFRODITA

“Paris: Zeus t’ordenne
de prononcer quelle est
la plus belle de ces trois
souveraines”
(Meunier: La Légende dorée
des dieux et des héros)

Había hallado la medalla en el rincón de una calle olvidada. Era una pieza dorada, cerrada con broche, vieja y deslucida. En su interior se ve el grabado con la figura de tres hermosas mujeres y un hombre de finos rasgos. Una obra de fino arte, de materia noble, y debe guardarla con celo, porque además se pregunta cuál será su significado alegórico.

Era en los días que antecedieron a su retiro de la ciudad, para ir a la isla solitaria donde sólo escucharía el bullicio de los alcatraces y el graznido de las gaviotas. Allí haría una vida de asceta y buscaría el sentido de la civilización que iba a abandonar. ¿Volvería a ella? Es consciente de que en la isla tendrá por compañía el silencio, y apenas la visita fugaz del marino que le traerá periódicamente los alimentos y lo indispensable para vivir tranquilo. Piensa que la barbarie que puede hallar en este lugar contradice la cultura, y ha experimentado en la vida social que la barbarie es compatible con lo que la ciudad llama civilización: mera técnica racional de existencia.

En la soledad de la isla encontrará los mitos primitivos, con la solemnidad ingenua de sus manifestaciones, y la música que escuchará la llevará consigo para recrearla con los sonidos de la nueva manera de vivir. Se dice que no habrá más existencia sino vida pura, porque para existir hay que estar con los demás, dar lo que se tiene como propio y recibir de otros en el cambio, en bienes y en espíritu.

El hallazgo de la medalla es algo misterioso y ella debe representar una alegoría, simbolizar algún suceso importante del pasado. Quizás en el aislamiento halle el mito y dé sentido a su decisión.
Cuando llegó a la isla donde iniciaría la pugna con sus recuerdos, se dijo que las imágenes de la memoria irían cambiando por las de su propia creación. Pasea la mirada por inmensas soledades de cal para hacerse igual que la playa, extensión infinita sin signos humanos. Blancura apenas manchada por la sombra de piedras que parecen gigantes vivos.

Lleva en las manos una honda plena de audacia, un carcaj terciado en la espalda, lleno de flechas coloridas. Lleva una flor envenenada de tiempo. Tales son los recursos que lo protegen en su andada misteriosa.

Sabe el náufrago que en la pieza destellante que ha llevado vive un sueño que dejará escapar cuando halle el sentido de su retiro en el islote. Su paisaje son las tardes alargadas y las noches extensas que se adornan de brillos que vienen de espacios lejanos.

Y decide invocar el sortilegio de la prenda dorada.

De tarde, cuando se vuelve hosca sangre el bullicio de los alcatraces, ha abierto el objeto maravilloso; pero antes ha preparado sus armas. Tiene la honda que arroja la piedra a mucha distancia, tiene el carcaj y la flor envenenada de tiempo, que será el reto a su decisión de quedarse en la isla. Y aún guarda el amuleto indescifrado. Todo está dispuesto para la ceremonia, y el mismo atardecer es el oficiante. Allá, un nubarrón pintado de tempestad; un poco más lejos el punto que deja la salpicadura de un pez. Lo demás son las sombras que dan a los pliegues de la roca formas desconocidas. Todo lo que tiene reafirma su voluntad de poeta.

Ahora toma la honda a la que ha puesto un trozo de piedra. Abre la insignia grabada. Comienza a ondear el silencio cuando la noche se apodera de la isla, y sólo un resplandor de viento le permite percibir la figura que escapa de la pieza de dorada lumbre. Pero todavía enfila la trenza en pos del sueño burlado a la medalla. Arroja la piedra y permanece en espera. Se adormece y se siente trasportado al mundo de la ciudad que ha dejado atrás. Siente nostalgia y hastío de la noche insular; pero no cede en el empeño.

Atravesado en su sorpresa, escucha una voz que reclama: Has sido necio y has brindado al vacío el pulso de tu voz. Le dice que sus nervios se enredarán en las aguas y se disolverá su fiereza, y que su aliento se espesará sin respuestas. Hay una petición: que abandone la isla y regrese. La piedra ha disipado la voluntad del sueño y la tentación. No puede ser dominado el terco náufrago.

No termina aún el ritual: el triunfo enardece al jugador, y el hombre recurre a otra de sus armas. Toma una flecha del carcaj y la monta en un improvisado arco de lluvia. Será otra vez la diana la insignia, y la abre para que navegue otro sueño. Lanza la flecha color de selva; hace una flexión la saeta y se echa sobre el sueño develado. Vuelve el recuerdo de lo perdido, cruzada por el dardo la figura se rebela y no quiere dejarse vencer. Pero el arco de fina luz que lo lanzó se envanece de su fuerza. Ha vencido de nuevo el solitario de la isla.

Queda el talismán de oro con el que enfrentará a la flor envenenada de tiempo prendida de su pecho curtido por viento y sol. A pesar de su madurez y deletérea fragancia, la flor se presenta fresca. Hay en ella complicidad con los tesoros guardados en la presea misteriosa. Roba la tranquilidad al náufrago, le llena los ojos de deseo y despierta la sagrada sensualidad. Es una flor roja y que palpita para apresarlo.

Doblegadas las apariciones del envite, el hombre de la isla desea conocer su fuerza, quiere saber si el tiempo que tiene la flor como néctar podrá revocar su empeño. Ha contemplado otra vez el medallón y se dispone al acto de ofrenda. Lo abre y de él exhala el perfume que resolverá el destino puesto en un peñasco del mar. La noche se ha echado más profunda.

Tiempo de niebla, todo es difuso en el cuadro mágico que van dibujando los flecos de bruma. La insinuación de las formas se presenta en figuras humanas, situadas en círculo: tres mujeres y un hombre de hermosos rasgos y aspecto de valentía. Y cree ver al mensajero de los dioses y escuchar que le dice: “Debes decidir quién de las tres diosas es la más bella. Atenea, Hera y Afrodita esperan tu decisión”.

No ha visto a las diosas sino en blancos planos en escorzo, y son hermosas en su fugacidad. Ahora escucha promesas. Le dice Atenea: “Si me das el triunfo, te instruiré en el arte de la guerra, para que protejas tu ciudad con valientes guerreros”.

Luego escucha el ofrecimiento divino de Hera, la poderosa amparada por Zeus: Le brinda los reinos del Asia entera y ya no tendrá que cuidarse de los riesgos de la guerra. “Como Zeus, gobernarás sentado en un trono de luces”

Calla hasta ahora Afrodita, pero finalmente pronuncia su promesa en sueños: “Considera los encantos que te ofrezco. No veas la gloria de la guerra ni la riqueza de reinos lejanos. No te daré trono de rey sino el lecho de la divina Helena”.

Ni siquiera el destello de las constelaciones permite apreciar el combate. No sabe el soñador que la flor y el sueño se han conjurado en el juego para doblegarlo. La lluvia ensordece el espacio en la isla, y después queda el silencio y el cansancio. Por fin, el hombre solitario ha sido derrotado.

En alguna playa desierta y callada un niño encontrará una joya grabada, un medallón cerrado con broche. Con él jugará y tratará de abrirlo. Al fin logra hacerlo. Nada hay en su interior. Lo contempla con atención y ve la imagen que adorna el fondo. Sin comprender el significado del dibujo grabado, guarda la medalla en su bolso.

En el fondo del talismán está grabada, con nítidos colores de tiempo, la representación del triunfo de Afrodita.

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Comentario

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DIRECTOR GENERAL
Comentario de Ernesto Kahan el julio 27, 2019 a las 3:21am

Saludo al escritor Alejo Urdaneta, por este texto de literatura superior exuberante en frases de oro tales como "Lanza la flecha color de selva; hace una flexión la saeta y se echa sobre el sueño develado. Vuelve el recuerdo de lo perdido, cruzada por el dardo la figura se rebela y no quiere dejarse vencer. Pero el arco de fina luz que lo lanzó se envanece de su fuerza. Ha vencido de nuevo el solitario de la isla." 

La narración atrapa el lector y lo eleva hacia la mitología que nos sigue identificando como sociedad intelectual.

Un abrazo

Ernesto 


PRESIDENTE GENERAL
Comentario de MilagrosHdezChiliberti-PrsdntOME el julio 25, 2019 a las 5:04pm


PRESIDENTE GENERAL
Comentario de MilagrosHdezChiliberti-PrsdntOME el julio 25, 2019 a las 5:04pm

BUENÍSIMO RELATO, BASADO EN ESE FAMOSO MITO.

ME ENCANTÓ

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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