El sol del ocaso

 

El sol del ocaso se asoma indolente a mi puerta

con su mirada apática

y siento como recorre un frio helado de miedo

 por mis cansadas venas

y vuelan mis pensamientos hacia el olvido

que me tiene preparado el inclemente

tiempo que se acerca.

 

En regresión se tornan mis

preceptivos pensamientos

al galopar del tiempo,

veo llegar los hijos hoy ya grandes

y sé que no ha sido en vano mi caminar

por los senderos agrestes de la existencia.

 

Sé que no es en vano este miedo

que me carcome los cimientos,

porque  en un delito llegar a viejo

y más cuando el destierro me abriga

en medio de mis inhabitables momentos.

 

Pronto mis ya cansadas piernas

no tendrán las mismas fuerzas,

mi visión se ha enturbiado

y los lentes de aumento son mi única

compañera de ausencias.

 

Y vuelvo a nombrarla siempre en silencio,

mientras me  quejo de la vida

la misma que un día se llenó de luces

y hoy se debilitaron,

porque es un delito llegar a viejo

y ser un sensible y soñador poeta.

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