En el rincón del tiempo, un beso danza,
eternizándose en la memoria del alma.
Labios que se encuentran, dulce bonanza,
un susurro del amor que nunca se embalsama.
El reloj se detiene en ese instante,
donde el universo se entrega al encanto.
El eternizar de un beso, vibrante,
se convierte en un poema, en un canto.
En el roce de labios, se forja el lazo,
un pacto sellado con la esencia del deseo.
El tiempo se rinde, se vuelve abrazo,
y en cada segundo, el amor es trofeo.
El suspiro se convierte en melodía,
notas que resuenan en el corazón.
Ecos de un beso que en el alma guía,
pintando un lienzo de pura devoción.
En la eternidad de ese dulce encuentro,
se entrelazan destinos, se fusionan destellos.
El beso es la llave, el secreto centro,
del amor que perdura, de los sueños bellos.
Así, en el eternizar de un beso ardiente,
se escribe la historia de dos almas unidas.
Un lazo que trasciende, eternamente,
en el suave murmullo de risas compartidas.
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