El dolor de tu ausencia
Me deslizo en la penumbra
de un sonido lejano,
tu voz susurrante
nace entre suspiros
excitados y ardientes
que brotan de tu pecho bizarro.
En las ruinas de mis deseos
bizantinos y proscritos
surge el sendero que lleva
a los mágicos jardines
de luces doradas y gotas de rocío
en la insolente madrugada.
He quedado relegada
a las sombras del mañana
en instantes perentorios
cuando el deseo aumenta
como la furiosa tormenta
que arranca los árboles de cuajo.
El corazón no late,
danza al compás de tu voz
y del recuerdo minucioso
del sonido particular
que te define
tras las cumbres fugaces
del nevado horizonte
que es reino indiscutible
del águila en placido vuelo.
Te has disuelto en la brisa helada
de las montañas rocosas,
en la nube caprichosa que juguetea
con mis ansias de ser ella
para que el roce atrevido
de tu desnudez
se prenda en cada poro
de mi álgida piel que busca
el calor que brota incesante
de tu pecho placentero.
Me ahogo con mis propios suspiros,
con el aire seductor que entra,
presuroso, a mi pecho
librando el placer de tus manos
que se mecen como las crestas
danzantes del mar
extasiando mi estrechez
con espuma blanca
que emerge como mi sangre
por el dolor de tu ausencia.
Cecill Scott.
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