No sabía, si era el lamento de viento, al batir sus alas contra la cresta de los árboles de la floresta, o si era el sollozo afligido  de una lejana estrella y en mi angustiada búsqueda por saber el motivo del llanto que nacía cerca de los astros, partí rumbo al cielo y conversé con los luceros y me dijeron murmurando, casi en secreto, que hacía años que la blanca estrella penaba, por un lucero que se extinguió de sus sueños.

Consternado, al saber de su gran dolor, mil penas de amores perdidos, rondaron por cabeza, tomé de mi tristezas algunas lagrimas de apego y con el sortilegio de la luna, las convertí en el más bello de los luceros, que hayan  emergido en el firmamento, la así entre mis animadas manos y lo colgué donde alguna vez titiló aquel bello lucero.

Se hizo silencio en cielo, se acallaron todos los luceros y admirados ante la gran belleza de la nueva estrella, hubo un festejo de destellos donde convergieron todos los luceros del universo y de nuevo volvió la paz a reinar en firmamento.

Y más nunca se escuchó el lamento solitario del lucero enamorado, que vio disipar la luz azul de la estrella de sus sueños.

 

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