Llegó la tormenta
y hubo fuertes ráfagas de viento,
cayeron rayos y centellas
y el barco se fue a la deriva.
El náufrago llego a la orilla
y vio a lo lejos,
el reflejo de una hermosa mujer.
Gritó: “El amor es como un sueño de niños,
se vive con intensidad,
se saborea con pasión,
el amor, el amor, el amor,
será una dulce tentación del pecado
en esta bella isla.
Y el reflejo de la mujer le habló:
“Sígueme, estoy cansada de estar sola,
piérdete conmigo en la inmensidad del mar,
y lleguemos hasta la luna,
ámame, entre sueños y quimeras,
veras conmigo la primavera
y cada estación del año
sentirás lo exquisitez de mi piel,
quemándonos en el mismo infierno.
Autor:
Santos M. González
Derechos reservado del autor
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