En las tinieblas del abandono
Desde la comisura de sus agrietados labios
la saliva regresaba una y otra vez
un suspiro agónico, fortuitamente se escapaba
agitando cada vez más la respiración,
la madrugada se hacía sentir entre el claroscuro
de las añejas cortinas,
una seca gota de rocío
recorría su columna vertebral,
y el tiempo...
lentamente le vencía.
Ni extrañas huellas
ni otros gestos,
la noche se extendió en el día,
un gélido holgado de insomnio
y el eco del temor
retumbaba en el más profundo silencio.
La casa chica le era grande
la pequeña cama, se volvió inmensa,
las sillas se vistieron de polvo
y el calor fraternal escarchó recuerdos.
Nítido fantasma que le persiguió
en las tinieblas del abandono,
su roja sangre, se marchitó albina,
hasta que la muerte
la encontró tristemente muerta,
y sola en su mezquina mansión , se sepultó.
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