Desde que despuntaba el alba,se paraba en un mirador, y capturaba con la vista aquel mar embravecido, con olas que acosaban con violencia a los acantilados.Notaba que se producían blancas y espurias espumas, que bailaban al ritmo marino arropadas por la fuerte brisa.
Cerca de ahí también divisaba el otro mar, tranquilo, apacible,y con una tenue niebla transparente y refrescante.
Pasaba largo rato mirando los dos mares, que le despertaban sus recuerdos,le inquietaban la mente y le producían una extraña y placentera excitación.
Algunas veces creía ver el rostro de su amada en la espuma, y su hermoso cuerpo en las acompasadas ondulaciones acuáticas.
Volaba su pensamiento a tiempos lejanos.Imaginaba que la besaba apasionadamente en sus labios terciopelo carmesí, y que le acariciaba su nívea cara como el mármol.
Añoraba los viajes que hicieron los dos en armonía, a favor del viento, compartiendo sentimientos y luchando contracorriente.
Pero de pronto un día todo se oscureció, y llegó la zozobra.Ella se alejó,así,nada mas.
Fueron para el largas noches y días enteros de soledad.Despertaba cada mañana con estremecimientos, y con la sensación de que algo le faltaba.
Hoy que a pasado el tiempo, diario asiste al mirador para ver los dos mares.Incluso se le ha visto de noche, mirando tambien al cielo, esperando que brille su buena estrella, y así poder gritar con todas sus fuerzas ¡el amor a llegado otra vez!.
J.Jesús Ibarra Rodríguez.
Delegado Cultural UHE.México.
D.R.2013.
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