DE GAITEROS Y CANGREJOS EN ESCOSIA

¿Qué misterioso por qué de las cosas me llevó a Escocia? Nunca estaré muy segura de que fuera causal y no casual. A quien se le ocurrirá pensar que un alma que se encarna en el trópico, en una Isla caliente y hermosa, también le apasione el frío, la nieve, y los castillos medievales.

Así comienza este relato, camino a Newcastle Upon Thyme (en español: El Nuevo Castillo en la Rivera del Río Támesis). Resulta que mi trabajo de investigación doctoral en USA, Gainesville, para ser exacta, trataba de establecer estándares para las escalas de acidez (pH) con medidas termodinámicas. Para ese entonces yo no conocía de las guerras intelectuales y académicas que se libran entre USA e Inglaterra sobre este tema.

Como les decía, me fascina el frío, y terminados mis estudios en USA acepté una invitación del Dr. Peter Benetto en la Universidad de Londres, Queen Elizabeth College, para ser exacta. Estando ahí me llegó una invitación del Dr. Richard Birdson para que dictara unas conferencias sobre mis trabajos con las escalas de pH. Lo consulté con el Dr. Benetto, y muy sonriente, con esas sonrisas sarcásticas que suelen dibujarse en los rostros de los ingleses, me autorizó los tres días del viaje.
Una limusina conducida por un chofer muy estirado, empleado de la Universidad de Newcastle Upon Thyme, vino a recogerme a Londres, me llevaría a Escocia por los tres días en los que compartiría mi sabiduría americana en medio del frío glacial y los verdes prados del norte de la Gran Bretaña. El Dr. Birdson me enviaba un itinerario preparado con la programación de mi visita.

Creo que esperaban a una mujer vieja, o de bastante edad, regordeta, y descolorida, porque cuando llegué con mis 28 años de edad a los predios del patio interior del edificio medieval donde se albergaban los laboratorios de Química Física, el Dr. Birdson y otros tres colegas quedaron con la boca abierta, creo que babeándose. Al bajarme de la limusina, primero me deslicé del vehículo mostrando mis largas y finas piernas, y luego saqué mi rubia cabellera enrisada que enmarca mi bello rostro con labios carnosos pintados de un rojo pasional. Mi estampa estaba muy lejos de ser el prototipo de una científica inglesa.

Con mi más encantadora sonrisa me acerqué a ellos. Me extendían la mano, embelesados. Yo respondí con mi cultura caribeña estampando un beso en las mejillas enjutas de aquellos científicos que serían mis anfitriones. Los dejé sin palabras, pero el más jovial de los tres, balbuceando logró indicarme que daríamos un recorrido por la Universidad, luego me llevarían a la Residencia Universitaria para que descansara un poco y me aseara. Pasarían por mí más tarde para llevarme al auditórium donde habían convocado a la facultad y a los estudiantes graduados de Química, que estarían presenciado mi conferencia.

Nunca me han intimidado los grandes grupos en auditóriums. Mami me contaba que fui seleccionada a mis cinco años de edad para dar el discurso de graduación del jardín de infantes, y desde entonces parece que nací acompañada de un micrófono para dirigirme a grandes masas de gente con total comodidad. Les cuento que diserté por hora y media, y luego, una vez terminada la conferencia, vino la avalancha de preguntas con carácter sarcástico, tratando de contradecir nuestras teorías americanas sobre el tema de mi presentación. Como se dice en basebol, las batié de home run. Creo que algunos hasta se pusieron de pie para el aplauso final, cosa que les molestó sobremanera a los enjutos dragones ingleses que deseaban confirmar las teorías europeas sobre ese delicado asunto de la acidez de las sustancias.

Pasé tres días maravillosos, restaurantes, parques, estanques, pero sobre todo, lo que más me enardeció fue participar en una parada de paiperos, o más bien gaiteros escoceses, que tocaban sus gaitas en un festival marchando por las calles de Edimburgo con sus faldas de vivos colores a cuadros. Y como había leído que ellos no usan calzoncillos. Insistí en sentarme en el piso de la acera de la avenida, tratando de mirarlos de abajo para arriba, a ver si por algún descuido, lograba confirmar esa información tan interesante.

Concluyo diciéndoles, que mi viaje a Escocia resultó una maravilla, pues de regreso por la ruta bordeando al mar, hice que el chofer detuviera la marcha en dos ocasiones para comer cangrejos hervidos a la venta por los pescadores de la costa. Ummmm, sabrosos.
Así que de cangrejos y gaiteros llegué repleta al mustio Londres para seguir trabajando envuelta en la neblina y el frío. Y colorín colorado, este relato ha terminado.

Carmen Amaralis Vega Olivencia

Vistas: 29

Comentario

¡Tienes que ser miembro de ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME para agregar comentarios!

Únete a ORGANIZACION MUNDIAL DE ESCRITORES. OME

Comentario de Carmen Amaralis Vega Olivencia el abril 1, 2023 a las 7:46am

Mi querido amigo Críspulo, gracias mil por acompañarme en mis viajes por el mundo de la Academia, bendiciones 

Comentario de Carmen Amaralis Vega Olivencia el abril 1, 2023 a las 7:45am

Beto, amigo querido , muchas gracias por tu compañía en mis periecias por el mundo, bendiciones, Amaralis


PLUMA ÁUREA
Comentario de Beto Brom el marzo 31, 2023 a las 1:22pm

Todas tus descripciones sobre tus interesantes viajes, nos dejan ese gusto de poco al cual nos tienes acostumbrados.

Un millón de gracias por hacernos partícipes.

Abrazotes Carmencita

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

Your image is loading...

Insignia

Cargando…