“DAR UN SENTIDO MÁS PURO A LAS PALABRAS DE LA TRIBU”
(Mallarmé, cita de Aldous Huxley)
Fuera del mundo de lo cotidiano el lenguaje es otro, y el hablante se expresará de un modo distinto al que utilizaba en la relación acostumbrada. Ahora el individuo quiere expresar sus más privadas experiencias, y no le sirve la lengua común en ese propósito. El hombre es el único ser viviente que posee la capacidad de dar sentidos diversos para expresarse con la palabra: puede decir lo elemental de una situación vivida o penetrar en el fondo de la significación que parece oculta en la simplicidad o en lo ambiguo. Quiere hablar de ciencia o de filosofía, o, mediante el verbo, poetizar y acentuar la búsqueda en el curso del hacer poético, para llegar a la esencia de las cosas y sus múltiples nombres. A propósito de Neruda, Amado Alonso decía que el poeta buscaba menos el pensamiento que el pensar mismo, no tanto las imágenes como el proceso de imaginar.
La ciencia le impone reglas y fórmulas que debe respetar, y si las quebranta es porque ha dado un paso adelante y tiene algo más que ofrecer. Pero el lenguaje científico tiene otra pureza distinta del literario. La ciencia tiene por meta decir las cosas sin ambigüedad y con la mayor claridad, y no decir sino una cosa a la vez.
El escritor de temas científicos no observa el mundo interior de las experiencias individuales o que nacen de ellas, y se detiene en el punto que cierra su análisis para establecer generalidades extraídas del objeto científico. La verdad que busca el hombre de ciencia no es la subjetiva, sentida íntimamente, sino la verdad exterior organizada en un sistema racional-aristotélico de correspondencia entre el acto de aprehensión intelectual y el objeto científico, con fundamento en la lógica formal. Esto explica el por qué la ciencia se vale de términos simplificados que constituyen una jerga. Se advierte que el científico utiliza el lenguaje común sólo mientras puede con él expresarse científicamente; pero cuando ya no le sirve la lengua ordinaria crea un lenguaje técnico y limitado a decir lo que le concierne en su terreno profesional.
Lo mismo ocurre con la filosofía, cuando el verdadero filósofo traspasa la realidad opaca y pretende alcanzar el conocimiento con el método epistemológico que propone. Siempre dentro del rigor lógico formal, desarrolla su teoría sin huir del lenguaje común en todos los casos, pero so-metiendo la idea al rigor de la lógica. Ha de tenerse en cuenta que la filosofía se construye en términos de las más altas abstracciones y generalizaciones, distantes de la existencia real. El lenguaje empleado por el filósofo puede utilizar palabras que pertenecen al uso común, y mantener con el decir cotidiano una relación de significaciones accesibles a todas las personas dotadas de alguna cultura filosófica. Sin embargo, los significados que adquiere el lenguaje están por encima de la intención de comunicar hechos o situaciones del vivir; antes bien, procura en el estudioso de la filosofía una complicidad que no permite el acceso intelectivo de los que no participan del ritual de la idea pura.
Tanto como en la poesía o la ciencia, el lenguaje no da al filósofo ideas totalmente realizadas; antes bien, le abre esbozos para ideas variadas. A partir del lenguaje natural, materno, que ha recibido como individuo ubicado al nacer en un ethos propio, el pensador adquiere una condición necesaria para la posibilidad de hacer filosofía: tiene la significación original de los conceptos, pero advierte que esos significados no son plenamente claros y determina-dos, y no han permanecido invariables en el tiempo, pues hacen referencia a fenómenos que han surgido de situaciones diferentes. Por eso es posible decir que el filósofo parte de bosquejos en sus planteamientos, y luego esos esbozos van modificándose en nuevos rasgos que llevan al pensador a aproximarse a la totalidad de la idea y las entidades filosóficas. Es de notar que quien filosofa hace comparaciones con lenguas extrañas y se adueña de la libertad necesaria para proponer la certeza de sus especulaciones.
¿Pudiera hablarse de un solipsismo filosófico, en el que el pensador se encierra en su lenguaje para sacar del vacío una idea metafísica?
Comentario
Alejo, distinguido amigo, excelete trabajo, gracias, Amaralis
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