CANTANDO EN LA TORMENTA
Ese seis de Octubre del año 2022, la ciudad de Mexicali, Baja California, México,
despertó tranquila, y no tardó en bañarse con la luz de un sol esplendoroso.
El pronostico para ese día era de cielo despejado y ligero viento.
Algunas nubes blancas se desplazaban con calma. Así pasó la mañana,
hasta que después del mediodía, aparecieron nubarrones grises en el
horizonte, dirigiéndose hacia la ciudad.
De pronto comenzaron a moverse las hojas de los arboles, luego sus ramas
fueron mecidas, al principio despacio, y enseguida mas rápido.
Esto se acompañaba de una capa densa de polvo y arena que oscurecía el cielo.
No era el suave viento que se lleva el calor, que acaricia las hojas, ni el que
ayuda a la mariposa que planea entre las flores; tampoco el viento que
aprovechan las aves para no forzar su vuelo y si para mostrar su gracia.
No era ese viento que empuja las nubes soñolientas y las hace formar
figuras caprichosas. Menos ese viento que con suavidad, arrastra las hojas
secas por las calles y los campos, ese que despeina y agita los sombreros;
el que hace cerrar los ojos en forma momentánea, sin provocar irritaciones.
No era el noble viento que riza el agua de las fuentes, y produce suaves
reflejos en los insectos que buscan el polen y la dulce miel.
Este que llegó con violencia era recio, con un sórdido ulular.
Era una tormenta salvaje de polvo y arena que cubrió toda
la ciudad. Pronto bajo su efecto comenzaron a caer ramas de arboles,
y se desprendían tejas de los techos de las casas. Ademas hacía que
chocaran los cables de la electricidad, y la energía eléctrica se cortó,
dejando varios lugares sin iluminación. En este clima de oscuridad
extrañas luces aparecían en lo alto junto con ruidos extraños.
Precia que la naturaleza reclamaba su propiedad. Mares de arena recorrían
las calles, y todo se empolvó. En este clima de incertidumbre, sin energía eléctrica
y sin agua potable, porque también se ausentó, me acerqué a la ventana de la casa,
en el segundo piso y me fijé que un árbol que hay en el frente, luchaba
por mantenerse quieto, tratando de evitar bailar ese frenético ritmo
causado por el viento. De pronto entre diferentes sonidos que se oían,
escuché uno muy especial, dulce claro y melodioso. Me acerqué más a la ventana y
pude ver y oír a un Cenzontle, que trataba de conservar el equilibrio, con sus
patas afianzado a una rama. Allí estaba desafiando a la tormenta, casi desplumado,
emitiendo sus cuatrocientas voces, rebasando el ruido del viento que llagaba
en ráfagas intensas. Al observarlo recordé parte del poema del Vate Mexicano
Salvador Díaz Mirón, que dice que" El ave canta aunque la rama cruja porque
conoce lo que son sus alas". Un grato momento deleitó con su canto,
y luego partió entre los vientos, llevando su sinfónico cantar a otras partes.
Casi al anochecer la tormenta se alejó, dejando el cielo despejado y en calma,
apareciendo las estrellas y una luna brillante y bella en el firmamento.
Poco después se restableció la energía eléctrica y el agua potable en la ciudad.
Siguió entonces el reparar daños por parte de particulares y del gobierno.
Todos esperamos que no se vuelva a repetir este terrible fenómeno.
J. Jesús Ibarra Rodríguez.
México. D . R .
Imágenes de Internet.
Comentario
Elias Antonio Almada, estimado amigo gracias por seguir mis letras.
Me alegra que te haya gustado el relato.
Te envío un fraternal abrazo.
Muy hermoso e instructivo relato, Juan Jesús.
¡Felicitaciones y gracias por compartirlo!
Quedo en deuda contigo por la ausencia de la imagen
de merecido DESTACADO. Fallas del sistema.
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