BEATRIZ
Primeros recuerdos: la fiesta aquella de quince años, cuando su padre echó la casa por la ventana. No importando el gasto de largos diez años de ahorros y esfuerzos para coronada, ese día, a su hija con la atención de todos los familiares, los amigos, los vecinos y uno que otro desconocido que se dio sus mañas para presenciar el jolgorio.
-¿Cómo voy a olvidar aquello? Más de cincuenta mesas de la cervecería Corona colocadas en el Salón Frambuesas de la colonia Roma. Parientes cercanos y no tanto, llegados desde los lugares más lejanos de la ciudad e incluso de Puebla, de Tlaxcala, de Toluca, de Cuautla, estaban ahí felicitándome, preguntándome mi nombre, que cuántos hermanos tienes, cómo se llaman, cómo te sientes, cómo te sientes...
Beatriz había ido con su madre y las tías Lola y Fide de compras a la Lagunilla. Ahí encontraron todo lo que necesitaban. Desde el imprescindible vestido de ella, principalmente, hasta los de ellas, una piel para doña Liza que "hasta parece de las buenas", como dijo Fide, zapatos, chácharas para los recuerdos, un tocado, una bolsa de mano y hasta las invitaciones que, para su sorpresa, el mismo vendedor les dijo dónde, a dos cuadras de ahí mismo, podían imprimir por el mínimo precio.
Luego acompañó a su padre y a su madre, con los compadres Gómez, a arreglar todo el asunto de la iglesia, con un curita que aunque les cobró las perlas de la virgen por todos los servicios y terminó regañándolos por lo que él consideraba como un casi imperdonable desapego de los dos matrimonios con la Iglesia, los dejó muy sonrientes, contentos, porque les aseguró que sería aquella una memorable ceremonia, digna de la quinceañera "quien va a ofrecer a Dios y a la Virgen María su inocencia y la promesa de su pureza ahora que ya es una señorita", remató antes de despedirlos.
-¿Cómo no me voy a acordar de todo eso? Si hasta parece que apenas fue aquello de los ensayos para el vals; las invitaciones, presuntuosa con las amigas, amigas que escogí como damas; las otras invitaciones, coqueta, a los chicos que serían los chambelanes. Y luego la fiesta ¡Qué fiestón! Hasta que pasó y se fue, y ya no hubo más.
Ahora Beatriz, pepenadora y reumática, alcohólica, mientras busca un lugar en el parque par dormir envuelta en unos periódicos, mientras revive sus primeros recuerdos -¿los únicos?-, sonríe con esa chimuelez que le ha entregado el zarandeo de la vida. Mientras se acomoda sobre la banca y jala sobre su costado la primera plana de un Excelsior, vuelve a reír en tanto musita: cómo te sientes, cómo te sientes, cómo...
Del libro Patíbulo de banqueta, 1994. ISBN 968-6729
Coedición entre la Editorial La Tinta del Alcatraz y
la Secretaría de Finanzas y Plneación de Gobierno del estado de México.
Comentario
Una mala sedición puede cambiar el rumbo de las personas, sobre todo cuando se es adolescente
Es una tristeza que Beatriz siendo pura pase a pepenadora...no por el oficio, sino por la metáfora implícita en tu relato y que con maestría nos compartes.
Me gustó mucho pasar por tus reflexivas letras
Abrazos
Kokul 'al
Querido amigo, remontas al lector a tiempos remotos, al menos para mí, que nunca viví esta suerte de fiestas mas que en las películas. Pero bueno, al fin y al cabo fue afortunada porque, aunque viva de recuerdos, también experimentó el jolgorio. Un placer leerte.
Pobre Beatriz, ella escogió para sí la peor parte, la suerte que guarda los recuerdos de su fiesta de quince años, quizás hubiera sido todo tan diferente si su modo de vivir la hubiera prodigado de esperanzas.
Muy buen relato que deja sus enseñanza y nos acerca a esos avatares de la vida que pueden lacerar y transformar todas las emociones y comportamientos.
Gracias amigo por este relato que nos ofreces.
A pesar de todo siempre vale la pena vivir y recordar.
Hermoso relato de Beatriz y sus quince anios y todas las espectativas que tenian para con ella y al final, su vida da un voltarazo y cambia, pero cambia para mal porque termina viviendo en la calle, alcoholica, reumatica y con esos achaques de la mala suerte que nunca fallan.
Muy profundo y deja al ser pensando, como pudo cambiar su vida tan drasticamente.
Un placer leerlo.
Nota: No puedo usar acentos.
Cómo puede llegar a cambiar la vida.
Nos creemos que lo tenemos todo, que pasaran los años y seguiremos gozando de unos privilegios que nadie garantizó. De repente la vida da un vuelco para decirnos que nada es para siempre.
Hermoso y reflexivo tu relato, Benjamin. No cimentemos nuestra vida sobre cosas banales.
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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