CAPÍTULO 7 – ESE LUGAR NIRVANA

 

Volver al aeropuerto en los días que siguieron fue particularmente duro.  Seguir trabajando en los lugares donde compartiste con el difunto te hace recordar montones de cosas. Empero, continué con mis clases para olvidar un poco la tragedia y los demás también lo hicieron e incluso empezaron a aceptar más vuelos como si trataran de estar todo el tiempo ocupados para no pensar en ello. Darles clase nuevamente fue doloroso porque el solo hecho de ver la silla vacía de Mario hacía que mi voz se quebrase o que una lágrima irreprimible rodara de vez en cuando.

Los días pasaron y volvieron los vuelos internacionales, lo cual nos aliviaba un poco. Fuimos un par de veces a Georgetown y de allí a Trinidad y Tobago,  para cumplir con un contrato de vuelos charter de la gigante petrolera BP.  Puerto España, la capital trinitaria, era un cagadero con costas y una mezcla exótica de razas en la que predominaban los negros africanos y los negros hindúes.  Llegamos a conocer una mujer de casi dos metros con piel negra, facciones de blanca, pelo cobrizo ondulado y ojos verdes. Los domingos veías pasar a los locales ataviados con elegantes trajes de tres piezas (de los que incluyen chaleco) en un calorón de más de cuarenta grados centígrados, tan solo para asistir a la iglesia bautista, como en cualquier isla antillana. Tenían hasta una sede de la University of Cambridge y estiraban trompa para chicanearte de que esa isla diminuta era parte de la British Commonwealth. Pero en términos generales, los trinitarios son buena gente y tienen un swing para bailar en el que sólo los superan los dominicanos y los venezolanos.

En el aeropuerto los vuelos se intensificaron y aunque la situación era tensa porque el bloque de búsqueda (una fuerza élite de policía y ejército, apoyada por la DEA y la CIA) andaba tras Pablo Escobar, la gente que no estaba “untada” seguía trabajando como si nada. Por esos días apareció un personaje muy divertido que nos hizo olvidar un poco la tragedia de Mario.  Se trataba de John William, un lavacarros que al final del día cambiaba su overol mugroso por un uniforme de piloto para seducir a las más incautas a las que les aseguraba que además de piloto, era el dueño del hangar donde trabajaba. Casi siempre se las merendaba dentro de una avioneta y les tomaba fotos con una Polaroid para exhibirlas como trofeos al día siguiente. Lo dicho: la gasolina sube aviones y baja calzones.

Días después, resultó otro vuelo a Georgetown que pilotearon Pachito y Fernando. No quisieron que yo los acompañara, argumentando que tenían que soltarse a hablar inglés solos, sin depender de la ayuda de ningún profesor. . La excusa me sonó lógica y yo estaba cansado de tanta viajadera. Lejos estaba de imaginar que aquella mañana de viernes sería la última vez que los vería. Se despidieron de abrazo y se veían contentos, como siempre lo estaban cuando iban en viajes internacionales. Después de lo ocurrido con Mario, no imaginé que nadie más de ellos se atreviera a suicidarse de la misma manera. Pero lo hicieron. Lo supe por Nachito. Sólo a él se lo contaron. Dejaron a su pasajero en Guyana y al regresar, se estrellaron en la selva. Patrullas de salvamento de Colombia, Brasil y la Guyana estuvieron buscando el avión durante tres días enteros. Nunca lo encontraron. Los informes de la torre de control de Georgetown indicaron que el avión se había salido de su ruta hacia la frontera con Venezuela, un territorio donde era particularmente difícil cualquier exploración aérea. Tuvimos que hacer un funeral simbólico. Juan Esteban se derrumbó ese día cuando Nachito nos contó cómo se habían despedido de él y lo habían hecho depositario de un secreto horrible que no pudo contarle a nadie más porque estaban de por medio el seguro del avión y la consiguiente ruina del dueño si se llegaba a saber que había sido un suicidio. Juan Esteban lloró como un niño y no podía entender que hubiese perdido tres amigos en menos de un mes por el mismo motivo: la cobardía. Fue el principio del fin. Abandonó su tratamiento y su salud empezó a decaer nuevamente. Cayó en una depresión total y rara vez volaba. Nos esquivaba a Nacho y a mí, y escasamente hablaba con la familia, con sus jefes o con Katiuska. Fue ella quien lo convenció de volver al tratamiento y estuvo estable por un tiempo. Pero ya era demasiado tarde. Su estado anímico y sus pocas ganas de vivir lo hicieron caer en picada hacia una muerte lenta y angustiosa. Fueron tres meses de una agonía que lo postró en un hospital durante semanas enteras. Le daban de alta y lo mandaban para la casa con una enfermera y luego tenían que volver a internarlo porque su situación se complicaba. En sus días finales, vimos con terror a un remedo de hombre que más parecía un famélico etíope que un hombre que había seducido a tantas mujeres. Su extrema flaqueza y sus facciones perdidas en las huellas de una serie de enfermedades y condiciones clínicas, lo hacían casi irreconocible. Solo el color de sus ojos, ahora opacos por la tragedia, nos hacían recordar vagamente el Juan Esteban que habíamos conocido.

Una tarde de lunes murió. El peor día de la semana que alguien pudiera escoger para morir. Blue Monday. Le jodés la semana a todo el mundo y ese lunes que es un difícil comienzo de semana se te vuelve el día que no debería existir, el bostezo imprudente, el mosquito en la yugular, el puto silencio que te cachetea con mano de negra y fuerza de obrero ruso. Pero qué decís, iluso? Vos no escogés la muerte, la muerte te escoge a vos!

Esa semana se nos tornó infinitamente lenta, inmarcesible. Lloramos hasta con los ojos secos. Pateamos la nada en busca de respuestas y arañamos el ataúd queriendo devolver el tiempo y sepultar nuestras heridas. El entierro no pudo ser menos terrible. Tuvo lugar en un cementerio horrible, donde enterraban los NN.

En aquellos días oscuros, quienes morían de Sida no podían enterrarse en los cementerios donde estaba enterrada la gente “decente”. Entonces entendías la miseria humana y en cierta forma empezabas a justificar a quienes se suicidaban antes que resignarse a morir de una enfermedad vergonzosa.

Quedábamos Nachito, la Tato, Katiuska y yo. Los recuerdos y el dolor nos hacían repelernos pese a necesitarnos. Katiuska y Nachito nunca se enfermaron. Ella murió en una balacera en un sitio nocturno y él todavía sigue vivo en algún lugar del mundo. Vendió su avión y se compró varias chalupas (botes con motor fuera de borda) que puso a trabajar en los ríos de nuestra costa Atlántica. Cada diciembre me llegaban sus tarjetas navideñas en distintos idiomas con la misma leyenda de su puño y letra: “Ganaste tu apuesta. Yo le gané a la peluda. Sigo solo, pero vivo. Apostamos a que llego a la próxima navidad?”. Un diciembre dejaron de llegar.

Era un texto que me alegraba y al mismo tiempo me deprimía. Me alegraba por saber que seguía vivo. Me deprimía porque me recordaba esa maldita apuesta que me quitó cuatro seres excepcionales. Hubieran muerto igual. Tal vez sí. Tal vez no. Me convencí de que en esos casos es mejor no saberlo. Cuando sabés de qué o cómo vas a morir, empezás a dejar de vivir.

Ese mismo año mataron a Pablo Escobar. Nunca me he alegrado por la muerte de nadie y creo que nunca lo haré, pero cuando mataron a ese asesino, todos los habitantes de esta ciudad sentimos un alivio inmenso. Fue como volver a respirar después de haber estado sumergidos en un marasmo de violencia durante mucho tiempo.

Pasadas unas semanas, tomé la decisión de irme del país. Me fuí para Estados Unidos y lo que había planeado sería una estadía de tres meses, se convirtió en tres años. Estando allá me resultó la oportunidad de estudiar la maestría y además de avanzar en mi carrera, quería cambiar de ambiente, de experiencias, y en el fondo, dejar atrás el dolor de perder a mis alumnos y amigos.

Al regresar a Medellín, encontré una ciudad distinta y decididamente más abierta a un futuro promisorio, dejando atrás la horrible pesadilla de la narcoviolencia. Pasaron tres años en los que logré retomar las riendas de mi vida y volver a adaptarme al medio, esquivar los recuerdos y sentirme otra vez ciudadano local antes que ciudadano del mundo. Fue entonces cuando mataron a mi primo. Y no tuvo nada que ver con el hangar, ni siquiera con el aeropuerto, pero trajo de vuelta los recuerdos. Lo mandó a matar su propia esposa  El funeral, el cementerio contiguo al aeropuerto, los viejos conocidos y toda esa atmósfera detonante de dolor fue lo peor que he vivido hasta ahora.

Hoy, cuando trato de exorcizar todo ese dolor escribiéndolo, encuentro que el hacerlo me ayuda a sanar viejas heridas y que a veces el tiempo contribuye bastante en la tarea. Ahora le apuesto a los amaneceres despejados en los que los aviones se pierden como gaviotas en el horizonte, a los alumnos nuevos que llegan a mí con la ilusión de aprender,  a los amigos que como los pájaros vienen y van, pero que muchas veces se quedan a beber de un manantial inagotable que es la amistad sincera. Pero ante todo le apuesto, a encontrármelos a todos en ese lugar Nirvana donde las apariencias no importan, donde estas lágrimas son cristales que adornan senderos, donde los corazones son traslúcidos y palpitan al unísono.

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Comentario

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PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el junio 18, 2019 a las 12:43am

Va otro abrazo para vos, Mary Guzamn Lucero !  Gracias por leerme.


PLUMA MARFIL
Comentario de Mary Guzamn Lucero el junio 17, 2019 a las 2:01am

"... donde estas lágrimas son cristales que adornan senderos, donde los corazones son traslúidos y palpitan al unísono."
Gracias Malcolm. La palabra viaja acompañada de magia y esperanza, libre, ligera, amorosa y alada. Llega a donde tiene que llegar y transforma a quien la escribe. Algunas veces también al lector. Quien escribe libera el fuego creativo que abraza desde la alegría o las lágrimas. Un abrazo fraternal.


PLUMA MARFIL
Comentario de MALCOLM PEÑARANDA el junio 16, 2019 a las 3:20am

Gracias a ustedes por leerme y compartir este dolor que traté de calmar con palabras.


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el junio 15, 2019 a las 1:01pm

ESTIMADO, LO TUYO ES MUY MUY MAGISTRAL! LEÍ TODO CON MUCHA ATENCIÓN Y ME HA CAUTIVADO! EN NOMBRE DE TODA LA HISTORIA LE DOY MUY DESTACADO CON CARIÑO Y RESPETO!

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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