Iba aquel hombre distraído
tantas cosas diciendo,
eran blasfemias y gritos,
que hasta los pajaritos
se escaparon volando.
Su humana voluntad cayó,
la tristeza lo seguía,
de cariño había sequía,
su ilusión se alejó
y su alma se perdió.
En un tranquilo pueblo
el aire sano respiró,
ardientes ojos miró
en un rostro gracioso,
y el sol lo calentó.
Era un ángel divino,
que Dios a el le mandó,
con el fin de alegrarlo,
y para siempre amarlo,
entre abetos lo encontró.
En sus brazos reposó,
en paz y muy tranquilo,
y lo que tanto el buscó,
fue ese amor femenino,
que con besos lo atrapó.
J.Jesús Ibarra Rodríguez.
Delegado Cultural UHE.México.
D.R.2013.
Comentario
Jesús,
Hermoso poema. Felicidades!
Saludos y bendiciones!
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