Se dibujó en el aire
una caricia
que brotó de mi anhelo
suave y sin prisa.
Frenética y dulzona
buscó tu cielo
para así guarecerse
en tu tibio pecho.
Quiso volverse lava
volcán y fuego
y devorar los surcos
que hay en tu cuerpo.
Fugaz, frágil, pequeña,
recién nacida,
buscó anclar en el puerto
de tu mejilla.
Loca, exaltada, exhausta
fue dando tumbos
para orientar sus pasos
hacia tu rumbo.
Mansa, tierna y vencida
asir tus muslos
para tejer contigo
nido fecundo.
Cuando cobraba vida
esta caricia
la sojuzgué en mi pecho
y la hice trizas.
¡Pobre caricia vana,
vaga sin tino,
quemé las tenues alas
de su destino!
Llorando voy mi culpa
sin desconsuelo,
ahogué en mí la caricia
que echaba vuelo.
Solita me he quedado
en penitencia
para saldar la deuda
de mi conciencia.
Si anida otra caricia
entre mis manos
he de buscarle abrigo,
señor y amo.
Marta Emilia Guerra
Etiquetas: