La otra Morada
Del cuerpo, despojado,
dejo el lecho con gesto presuroso,
y, como ciervo alado,
alzo mi ser, gozoso
de verse tan ligero y vaporoso.
Anhelante de Amor,
cual pájaro veloz sigo ascendiendo,
sin largura o grosor,
como pavesa ardiendo,
todo saber de ciencia trascendiendo.
¡Cuán raudo es el volar
deslizante entre nubes de algodón!
Voluptuoso flotar,
ballesta de ilusión,
que lanza hacia su meta el corazón.
Cruzo verdes colinas,
mares azules, valles tan hermosos,
donde manos divinas,
pinceles primorosos,
trazaron cauce a ríos rumorosos.
¡Ay, envés contaminado,
la densa niebla en pueblos y ciudades!
¡Ay, mundo desdichado,
tus turbias liviandades,
tus odios, avaricias, mezquindades!
¡Oh, amarga diferencia
de la siempre hermosa y fiel Naturaleza,
al hombre sin conciencia
que, reo de su torpeza,
convierte en podredumbre la belleza!
Concédome un respiro
y esparzo mi tristeza al viento amigo.
Brótame un suspiro
y mi viajar prosigo,
llevando el ansia de llegar, conmigo.
¡Montañas en albura,
que mirada sin pupila, regaláis!
Al fin, vuestra hermosura
sin límite me dáis,
y en halos de ensueño mi Alma recreáis.
¡Oh, máxima figura
surgida del Amor por lo creado!
¡Oh, valle de verdura,
de rosas embriagado,
que guardas el secreto tan amado!
Onduléme en el aire,
y cual flama servil del pensamiento,
dejéme con donaire,
grácil hoja en el viento,
que baja en el placer de su contento.
Mi esencia enajenada,
de nuevo encuentra la razón perdida
en la oscura hondonada
de la escabrosa vida
dejada en el lugar de la partida.
Amor en las montañas,
en los rostros radiantes y amorosos.
Las fragancias extrañas
en setos olorosos.
El silbo de los aires melodiosos.
Las cantarinas fuentes,
de flujo transparente y cristalino.
Cascadas relucientes,
arroyos de platino.
El fraterno abrazo en el vibrar divino.
Me quedo y me extasío;
el tiempo, para mí, queda parado;
sublime desvarío,
que, mágico, ha logrado
dejar el retorno, ausente y olvidado.
¡Qué breve es mi placer!
Cumplidos ya los plazos con presura,
es hora de volver,
y, no siendo cordura,
cuerdo he de ser volviendo a la locura.
La noche en retirada,
luciendo sus efluvios, ve la aurora,
cómo el Alma, apenada,
entre nostalgia, llora,
en su regreso del hogar que adora.
¡MORADA! ¡Oh, lejanía,
cuán impávida acerbas mi dolor!
¡Oh, valle de armonía,
romance de color,
cómo riman en ti, Alegría y Amor!
¡Ay, qué podrá aliviarme
esta añoranza ardiente y sin mesura,
si tengo que adentrarme
de nuevo en la espesura
de humana niebla que mi ser tortura!
Suspiro y me desciendo,
paso, otra vez, del túnel del olvido
al cuerpo que, yaciendo,
espera, adormecido,
siga siendo su preso dolorido.
¡Ah, día, no lejano,
que verá mi labor ya consumada
en el sufrir mundano!
Como paloma alada,
me iré, para siempre, a la otra Morada.
......ooooooOoooooo......
JOSÉ GARCÍA ÁLVAREZ
Roquetas de Mar - España
apostol72@movistar.es
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Muy buen poema, José....que dice muchas verdades. Un cordial saludo.
Cuando se ama a Dios, el Profundo Padre, se siente una gran paz interior, mi querida Ingrid. Poco a poco se va aumentando la purificación del Alma hasta que se está en condiciones de ir a ese retiro espiritual, que se llama Sambalah y está ubicado entre las montañas del espléndido Himalaya. Es también conocido como Shangri-La. Estuve en él como lama en una existencia anterior. Es un lugar espléndido, donde algunos Justos irán antes de la Evacuación o Arrebatamiento.
Mi ser se congratula al tener conciencia de que existes y amas al Eterno. Él siempre te bendecirá. Nunca pierdas la fe.
Que la Paz sea contigo.
Te mando un fuerte abrazo fraternal desde Roquetas de Mar en España.
Agregado por Nilo 0 Comentarios 1 Me gusta
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