EXPERIENCIA
Carlos Garrido Chalén
El Encuentro de Poetas y Escritores
que Milagritos Hernández Chiliberti organizó en Caracas (Venezuela), y al que acudí para recibir el Premio Mundial de Literatura "Andrés Bello", Versión Poesía 2009, resultó rico en anécdotas y experiencias fraternas que seguramente pocos podrán tener el honor de experimentar en su vida, por estar condimentadas por gestos admirables de gran desprendimiento como el de la propia organizadora que se batió contra viento y marea para culminar con éxito el evento; y personas como Joel Arana Cabanillas y su hermano Herman (peruanos), Margory Picott (Venezolana), Luis Gilberto Caraballo (Venezolano), Bella Clara Ventura (colombiana), René Cruz (salvadoreño), Victoria Romero Silva ;y Martha
Alicia Qui (mejicanos), Roberth Reyes (venezolano) ;y otros, que nunca olvidaré.
Pero la experiencia que pasé a mi regreso es en verdad memorable: Joel Arana, (a quien tengo tanto que agradecer porque me alojó en su casa y ofició de cicerone con su propio peculio para que conozca la capital venezolana), me fue a
despedir al aeropuerto de Caracas (Venezuela) a las cuatro de la mañana del 28 de abril del 2010. A las 9 de la mañana aproximadamente estaba llegando a Panamá y a las 2 de la tarde a Guayaquil (Ecuador). De inmediato tomé un taxi al Terminal de Transporte Terrestre y a las 3pm me embarqué en un Ómnibus de la Empresa CIFA rumbo a Tumbes (Perú), en donde vivo. El viaje transcurrió tranquilo, aunque un buen tramo llovía. Nada hacía prever, sin embargo, que pudiera ocurrir nada que perturbara el gozo que sentía al admirar los bellos parajes ecuatorianos. Cuando aproximadamente a las 6 de la tarde, el vehículo se detuvo para recoger a cuatro sujetos. Uno de ellos se sentó a mi lado y el resto en la parte de atrás. Se les veía fortachones y de porte militar. A los cinco minutos, cuando el ómnibus transcurría la zona conocida como El Guabo, a media hora creo de Machala, el que estaba junto a mi se levantó y con voz amenazadora y portando un arma de fuego - hecho que fue repetido por los otros armados hasta los dientes - dijo:
¡¡¡¡¡Esto es un asalto carajo. El que se resiste lo matamos!!!. Yo
creía que estaba soñando. Nunca había sido testigo de un acto de ese tipo. Las mujeres gritaban, mientras los asaltantes sustraían todo lo que podían a cada uno de los pasajeros del ómnibus, amenazándolos de muerte si se resistían. Al cobrador, le pusieron una pistola en la nunca y obligaron a arrodillarse ("no me maten por favor", atinó a decir mientras lloraba) y a todos - menos a mi - los obligaron a entregar sus pertenencias. El asalto fue rapidísimo, pero suficiente para desvalijar a por lo menos cuarenta personas, luego de lo cual los ladrones emprendieron las de villadiego y desaparecieron por una chacra adonde exigieron al chofer con insultos que los dejara. Lo curioso de todo es que prácticamente fui invisible para los asaltantes, pues fue al único que no tocaron mi miraron ni vejaron ni robaron. Cuando
se fueron, las víctimas obligaron al chofer a detenerse en donde estaba un patrullero estacionado y cinco de ellos fueron tras los sujetos y no sé si los llegaron a encontrar pues nosotros continuamos hacia nuestro destino. Yo abrumado por un sentimiento extraño no pude impedir que mis ojos lagrimearan agradecido porque Dios - el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob había librado, una vez más y conforme a su promesa, de un iminente peligro. Cuando llegué a casa le conté a mi amada Betty la experiencia y me confesó que a las 5 de la tarde tuvo un terrible presentimiento de que yo estaba en peligro y se puso a orar. Y el Gran Yo Soy escuchó sus ruegos. Por
eso agradecido, les escribo para darles este tremendo testimonio que acredita que Dios existe y cuida a sus hijos sin reproche. Y para decirles que si Dios es con nosotros, quién contra nosotros. Nadie.
Un abrazo fraternísimo
Carlos Garrido Chalén
Presidente Ejecutivo Fundador de la UHE