LA POESÍA DE RONALD BONILLA: TIEMPOS SIN SOMBRA: PARA CONJURAR LA ETERNIDAD

PRÓLOGO A MI LIBRO TIEMPOS SIN SOMBRA, TOMO I DE POESÍA EN MARCHA, EUNED, que ncluye mis primeros cinco poemarios publicados.
La poesía de Ronald Bonilla:
Tiempos sin sombra, para conjurar la eternidad
Por María Pérez Yglesias.
Ser poeta es un eterno batallar
consigo mismo, la palabra y el lenguaje.
Nunca se está satisfecho totalmente,
siempre uno quiere renovarse.
RONALD BONILLA
Esos ojos grandes, preguntones y lúdicos, nunca dejaron la infancia por completo. Se abrieron a la finitud de la vida con una imaginación desbordante y un deseo inmenso de saber, que conserva por sus casi siete décadas de vida.
Ronald Bonilla nace en agosto de 1951, tres años después de la revolución del 48. Viene al mundo en un ambiente donde aún se respiran resentimientos, divisiones irreconciliables, sed de venganza. Un momento de duelo mal llevado y a la vez de esperanza de progreso con un modelo de desarrollo bien planificado, donde la socialdemocracia asume las conquistas sociales de sus predecesores. Nace en un hogar de clase media y aprende las letras, desde muy pequeño, para desentrañar la palabra de aquellos libros accesibles en su casa; de aquel violín de su padre Manuel Antonio, en el que suenan notas con cuerdas de memoria, de aquellas manos amigas que forjaban imágenes para expresar la vida, del amor de su madre Odilie, por el teatro y la poesía.
De pequeño Ronald comparte con su hermana Liliana y sus tres hermanos varones, Tony, Gonzalo y Javier, quienes se dedicarían uno a la farmacia y dos a la música, siguiendo los pasos de su padre. Tony, además es cantautor y Gonzalo, el chelista, fallece en Cataluña a sus 53 años. Liliana se gradúa en Preescolar y luego se dedica por entero a su familia. Entre juegos, música y libros, Ronald imita, construye cuadernillos con sus palabras niñas y expresa su decisión de ser poeta, con apenas ocho años. Su niñez transcurre en un parque Morazán con un laguito y árboles para sombrear el tránsito azul y blanco de los niños de la Buenaventura Corrales.
Su destino se bifurca aquel día en que Arnoldo Herrera convence a la familia de matricular a los adolescentes (Tony y Ronald) en el Conservatorio Castella y no en una secundaria tradicional. Con doce años apenas, Ronald lee, escribe, comparte y es acogido por el grupo de jóvenes escritores que, poco tiempo después, hace públicos sus versos al incluirlos en el periódico mural.
La literatura y el teatro lo seducen, igual que la música, la imagen pictórica y la escultura como poemas rítmicos, de pincel y barro. Cada una de estas artes va penetrando más en sus poros para entender el mundo, para mirarlo en proceso, en movimiento, en color, en armonía de notas. Y esto sin duda, atraviesa su poesía, la vuelve visual, cantora, a veces histriónica, siempre sensitiva y sensorial, crítica y profunda.
Esos ojos grandes, observadores y críticos – rebeldes a su manera– nunca dejaron esos ímpetus de adolescente donde el amor a la familia, a los amigos se transforma en un amor-deseo, pasional, a veces incomprensible, pero siempre asido a una expresión sin límite y a una comunicación plena de evidentes vacíos. Llegan sus primeros amores, esos que solo penden de una mirada, un verso, unas mariposas en el vientre, una expectativa, un sueño soñado por otros y por sí mismo y, al fin, toma el rostro de una mujer concreta. La naturaleza lo interpela, sabe que el mundo no anda bien y, como muchos jóvenes de aquella época convulsa de finales de los sesenta y de los setenta, quiere transformarlo.
Su meta es convertirse en poeta y escribe incansablemente. Aún no ha cumplido quince años y tres acontecimientos lo conmueven por entonces: recibir el premio Arnoldo Herrera 1967 por sus poesías; ver(se) sus versos publicados en un diario, junto a otros escritores del Conservatorio Castella y ser reclutado por el Círculo de Poetas Costarricenses, en 1965.
De un diálogo con profesores y escritores estudiantes, pasa a discutir con jóvenes poetas que desean objetivar una forma de expresión, una forma poética de decir el mundo. Jorge Debravo, Laureano Albán y Julieta Dobles, quienes lo invitan y acogen, y otras figuras interesantes y diversas, lo enfrentan a sus lecturas anteriores y a su incipiente práctica poética.
La poesía es trascendencia, concluyen en el Círculo, y aunque admiten cualquier tema intimista o colectivo, lo fundamental para ellos es no olvidar la estética del lenguaje, la importancia de las figuras retóricas y de los valores humanos. Jugar con el símbolo, la metáfora, la imagen connotada, el sentido de lo inmanente. Se trata de trascender lo fenomenológico, lo denotativo, para capturar el instante en lo esencial. Es su vía para trascender lo coyuntural, la superficie, y acercarse a la metafísica, a la filosofía, a un sentido de la vida que no acaba con ella. Aunque lo ontológico parece estar en la base, la verdad es que es trascendido en la práctica, por otros significantes en el acto mismo de la escritura.
El Círculo de Poetas Costarricenses es su casa poética por mucho tiempo y, de cierta forma simbólica, aún lo es. Le abre espacios, lo apoya, lo impulsa. Con ellos ajusta, reescribe, reinventa un estilo personal, avanza y fortalece la convicción de que el talento sin trabajo se aminora o esfuma. En 1968, la Editorial Costa Rica (ECR) aprueba su libro Las manos de amar, que sale a la luz hasta 1971. Mientras tanto, en la colección Líneas Grises aparece su libro Viento adentro (1969). En 1974, con Editorial Territorio publica Consignas en la piedra.
El poeta entra a estudiar Filología, Lingüística y Literatura a la Universidad de Costa Rica, donde permanece tres años y, además de obtener un segundo lugar en el Concurso Roberto Brenes Mesén de la Facultad de Letras, actúa en varias obras de teatro, algunas con Esteban Pols como director.
Ya a los 21 años forma parte de la directiva de la Editorial Costa Rica, se incorpora a la Asociación de Autores de la que llegaría a ser presidente en el año 2000 y galopa sin pausa. En 1977, gana el premio Joven Creación, con su poemario Soñar de frente (1978). Un premio que augura otros muchos, durante su periplo poético.
El mismo año del premio, la Editorial Costa Rica asume la publicación del Manifiesto trascendentalista e incluye una muestra de poesía de sus firmantes. Este texto va a levantar grandes polémicas, que permiten discutir los rumbos de la producción poética costarricense y del resto de la región centroamericana. Una discusión casi siempre político-ideológica, a veces polarizada y maniquea, que pinta las tendencias como polos radicalmente contrarios. Oponen poesía trascendentalista a la llamada coloquial, conversacional, exteriorista, de protesta, comprometida o narrativa, como si no hubiera encuentros, diálogos, complementos entre ellas, tal como lo prueban Jorge, Julieta, Laureano y el mismo Ronald, sobre todo en sus libros más actuales, los de su última etapa.
Ronald asume desde muy joven la responsabilidad de una familia y necesita trabajar: da clases tres años en el Castella y uno en el Seminario Mayor sobre literatura y creatividad, vende libros o hace labores de oficinista. Nacen sus tres hijos, Natalia, Esteban y Pablo, quienes desde niños muestran su vocación artística, ella para la música, ellos para el teatro y las artes plásticas, respectivamente. Ronald escribe cuando puede y se incorpora como dirigente al Sindicato de Educadores donde permanece largo tiempo. Convoca concursos de poesía, dirige el periódico El Educador y edita una página literaria, para dar a conocer el talento de quienes trabajan en el magisterio.
Desde fines de los setenta a fines de siglo (1999) –en que imprime con la Editorial Mesén Un día contra el asedio– Ronald escribe pero no publica y, ya fuera de la universidad, continúa con su formación autodidacta. Lee. Se interesa por el contexto desde su mirada de joven de izquierda al que le duele la injustica, la pobreza, la falta de oportunidades. Lee y el mundo literario se amplía cada vez más.
El regreso al Círculo de Poetas y ciertos cambios vivenciales le abren nuevos horizontes y su producción eclosiona, explota, se abre paso abundante, fuerte, con contundencia. Casi veinte años sin ofrecer su producción al público, con las palabras estrujadas, en encierro, deseando romper las amarras y levar anclas. Y así fue.
El nuevo siglo marca una segunda etapa en su producción. Le trae libros, premios de diversas naturaleza y distintas instituciones, hasta que alcanza el Premio Magón de Cultura, en el año 2015. Antes de fundar su propio taller literario con su compañera la poeta Lucía Alfaro, quien le comparte dos hijos, Andrés y José Pablo, Ronald Bonilla había publicado Porque el tiempo no tiene sombra (ECR, 2001), A instancias de tu piel (Editorial Géminis y UTP, 2002) y La ciega certeza (Líneas Grises, 2005). De esa época queda inédito el poemario La lujuria del pétalo, con producción de los años 2005 al 2008. Por la primera obra recibe el Premio Nacional de Poesía, Aquileo Echeverría 2001 y, ese mismo año, en Panamá, el Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán por A instancias de tu piel. En el 2003, un breve poemario titulado Para inventar la desnudez, gana la primera edición del Premio Lisímaco Chavarría, auspiciado por el Museo José Figueres de San Ramón.
Entre la fundación del Grupo literario Poiesis (2007) y el Premio Magón de Cultura (2015) aparecen los poemarios Después de soñarte, Sed de otras piedras y Hoja de afiliación y otro clichés (EUNED, 2008, 2012 y 2015). Apuntes para un grafitti, Premio UNA Palabra, es publicado por la Universidad Nacional en el 2014. En los años 2010, 2012 y 2013, gana el tercer lugar del premio Brunca, de la sede de la UNA en Pérez Zeledón.
Poiesis, ya en su concepción misma es más que un taller literario. Es un grupo de acompañamiento en los procesos estéticos, tanto de escritura como de gestión cultural. Es, como lo dice su logo, luz que viene de adentro –del poeta, de la agrupación misma– y se comparte como espacio de identidad y pertenencia y con otros escritores y grupos.
Por el Taller de Poiesis pasan decenas de poetas y narradores, muchos de los cuales son hoy reconocidos por sus publicaciones, por su labor docente y por sus nuevas agrupaciones. Ese espacio de construcción poética o más bien estímulo poético, se refuerza con una amplia comunidad de apoyo y, a partir de 2015, con la Editorial Poiesis, ya con bastantes títulos publicados. Un aporte interesante es el de los cantautores, músicos y actrices y comunicadores, pertenecientes o cercanos al grupo, que participan en las actividades.
Ronald Bonilla es un excelente coordinador o tallerista, como lo llaman algunos. Paciente, cordial, amable y respetuoso; el poeta lee, dialoga, escucha, propone y logra progresos increíbles. Su empatía amarra al taller, su conocimiento y experiencia garantizan calidad, su generosidad sirve de impulso para mejorar. Somete sus poemas a la crítica y, en el conjunto, también aprende. No tolera, eso sí, el cliché, los lugares comunes, las reiteraciones sin sentido. El diálogo, el comentario pertinente, la discusión, la crítica sugestiva, la pericia y el reto se imponen. En el taller se hace crítica seria y se respeta el estilo. Se pide calidad estética, pero no se fuerza una forma de escritura. Al trascendentalismo se llega por interés o simplemente no se llega.
Se podría afirmar que pocos poetas han tenido tanta participación en recitales nacionales e internacionales, ha sido incluido en tantos estudios, revistas, periódicos y antologías. Costa Rica ha estado presente en su palabra en Nicaragua, Guatemala, Panamá, México y Cuba, y en el 2020, el año de la pandemia, en el primer Festival de Poesía en Miami, Estados Unidos y en el 8.º Festival Internacional Primavera Poética. En este último festival virtual, la Municipalidad, a través de su proyecto Lima Lee, le publica una Antología poética. Ese mismo año, su libro aún inédito, Herida de agua, es seleccionado en Salamanca, España, como uno de los quince finalistas para el Premio Pilar Fernández Labrador entre 1017 obras. Quedan otros cuatro poemarios inéditos, Altar de Desconciertos y otros tres en búsqueda de editorial. Su proyección en el extranjero se fortalece con la traducción de varios poemas al inglés, catalán, italiano, portugués, japonés y coreano.
Son pocos los escritores laureados, que dedican tanto tiempo y esfuerzo no solo a los aspirantes y miembros de su grupo, sino al gremio como un todo. No solo lo representa en la Asociación de Autores –que ya no existe–, como jurado en distintos concursos y ofreciendo diversos talleres abiertos, sino que busca puntos de encuentro entre agrupaciones donde existen polémicas, competencias o, a veces, simplemente malos entendidos. Su lucha por unir a los escritores costarricenses ha sido evidente a través de los años.
Poiesis organiza recitales, encuentros y mesas redondas donde siempre incluye poetas externas y externos al núcleo de referencia. Colabora en la organización con otras agrupaciones como Casa de Poesía, Casa Palabra, Palabra y Punto, Sociedad de Poetas Cartagineses, Centro Literario de Guanacaste, Coalet de Turrialba, Turrialba Literaria, Encuentro Tierra de Poetas, Portal Literario Hojas sin Tiempo, Ceniza Huetar, Poetas Pariseños, Festival Grito de Mujer, Taller Literario Chico Zúñiga, entre otros. Con el aporte de Lucía Alfaro, como gestora cultural del grupo, se preparan presentaciones de libros, se arman actividades anuales, como el Altar de los Poetas, donde se rinde homenaje a las escritoras y los escritores que han fallecido, o mensuales, como los recitales en la Biblioteca Nacional. Se busca la interrelación entre generaciones y rescatar la memoria de escritoras y escritores, casi olvidados en el país.
Ronald escribe prólogos, hace programas de radio, comenta sobre la poesía de otras personas que escriben, en periódicos y revistas. Y algo muy importante, brinda información y comunica sobre eventos y oportunidades a los otros. Pocos poetas han dedicado parte de su vida, como Ronald Bonilla, a la formación gratuita y al diálogo permanente. Poiesis ha logrado generar identidad en la diferencia, amistad y sentido de pertenencia. Muchas y muchas participantes han volado, pero casi todas y todos seguimos estando cerca.
La poesía de Ronald Bonilla ha sido desde siempre una “revelación”, pero también un diálogo permanente consigo mismo y con la otredad, con los intertextos. Y por eso, aunque catalogado y a veces criticado como trascendentalista, los parámetros a veces rígidos de la primera propuesta no logran sujetarlo nunca. Lo orientan pero no lo amarran, ni constriñen. Basta con leer su amplia producción poética con un criterio diacrónico, libro a libro de los dieciocho publicados hasta ahora. Ciertamente nunca va a ser el representante del exteriorismo, la poesía coloquial o el realismo crítico y menos sucio, pero de acuerdo con los temas y la experiencia del entorno de cada época comprendida en sus libros, sus versos se tiñen con tonos distintos de lo conversacional, la crítica social, la ironía, el juego de humor o lo cotidiano. De ahí la variedad de sus textos que, gracias a la EUNED, tendremos en nuestras manos tomo a tomo.
En este primer tomo, abarca el periodo de 1969 A 1999 y se incluyen sus libros desde Las manos de amar hasta Un día contra el asedio, sus primeras publicaciones, acogidas por las editoriales Líneas Grises y Editorial Costa Rica. En todos los casos, poemarios antológicos que recogen la poesía que, en criterio de su propio autor, es la más representativa de un período determinado.
Esos ojos grandes, transparentes, reflexivos, a veces melancólicos, lo confirman cuando escribe o lee sus versos: la vida de Ronald es la poesía.
Nace con él, la trae en los genes, la escribe, la disfruta y es a partir de su ritmo, de su metáfora, de sus imágenes que va construyendo y deconstruyendo el mundo y sus relaciones con la otredad y la naturaleza. En ella está inscrita su historia de vida sin que se le pueda catalogar de autobiográfica. Allí está su cuerpo desnudo, fragmentado, poro a piel. Sus miedos, deseos, sentimientos e incertidumbres. Su sentido de la vida alrededor del amor, en todas sus facetas, de la muerte solo salvada por la palabra poética, de la naturaleza como ejemplo, fuerte y sostén del humanismo. La conciencia de nacer y la muerte en el horizonte, para recordar la finitud humana. La poesía como el único hilo, el único tejido capaz de lograr la trascendencia, de captar la luz, el instante, la sensación, el milagro de la existencia.
La poesía anclada en el amor, en las manos de amar, en el día del último asedio, en la última certeza frente a la incertidumbre, la duda. La poesía de El libro del (buen) amor (Colección Casa de Poesía, 2016). La poesía viento adentro, indagando en nuestro interior, en el ser que a veces solo se refleja en la apariencia. Porque el tiempo no tiene sombra, se le hace indispensable soñar de frente, a instancias de la piel, su piel, nuestra piel.
La poesía pervive desde el primero hasta el último aire, para extender el tiempo, su tiempo anclado en los elementos. Resbalando agua dulce o salada, plácida o tormentosa, con lluvia tropical o solamente garúa que acaricia. El fuego enciende, ilumina y el aire volando pájaros y mariposas, alfombra la tierra, la piedra. ¿Cómo no tener sed de otras piedras, además de aquellas que guardan las consignas? ¿Cómo no tener sed de esas piedras de muros grises, moles de cemento, impenetrables, apenas coloridas con la palabra-imagen de un grafiti, que solo significa un trazo inacabado, un apunte en nuestras vidas? Un recurso de amparo (EUNED, 2019) frente a esos clichés míticos, estereotipados, prejuiciosos, repetidos, rutinarios, que nos reiteran uno a otro, homogéneos, legítimos arriesgando la filiación con el ser humano, propio, intimo, interior. En concordancia con Los últimos cuervos (EUNED, 2018) y esos Cabos sueltos (Editorial Poiesis, 2020), donde la ironía juega un papel importante y la diversidad entretiene. De la época lluviosa a la seca, del interior a la mirada externa, de la imagen a la palabra, de la virtualidad a la interrelación, de la nostalgia al disfrute de lo cotidiano, del título de un libro que busca ser síntesis o anzuelo al juego se construyen esos cabos que también amarran a la vida. Su último libro, ya próximo a salir, rinde un homenaje a la memoria de quienes nos preceden y nos marcan en la vida. Un libro de sí a partir del otro, la otra, los otros.
Porque en este instante, en cada instante, es el ser humano –el yo poético y el otro o los otros– quien respira, siente, reflexiona, se conmueve, pide, regala, conduce. Su poesía, él mismo lo expresa insistentemente, es humanista y humana, y como toda poesía tiene por misión iluminar.
Tierna y fuerte, con la sabiduría de los ancestros propios y ajenos, con la experiencia y la intuición de lo que va más allá de lo sensorial, logra plasmar bellas imágenes capaces de interpelar, volverse cómplices, impactar.
La poesía amorosa, la revelación de su propio ser, la naturaleza como metáfora, son algunos de sus ejes más ponderados, pero lo social, el dolor colectivo, la injusticia nunca le han sido ajenos. Ronald se ha referido al valor de la poesía como catarsis y a su poder de sanar. A su poder para conjurar el dolor y trascender lo finito.
La poesía es vivencial y dialógica. Expresa y enlaza, identifica e incluso puede distanciar a ese otro –escucha, lector o lectora– que de cierta manera siempre escribe su propia versión. Para Ronald la poesía es vida y no solo es capaz de enrrumbar al yo poético en las encrucijadas, de iluminar senderos, sino capaz de transformarnos y transformar el entorno. Por eso nos hace mejores, más empáticos y cómplices, más humanos y humanistas; por eso es capaz de incidir y cambiar la realidad, aunque a veces no se perciba de inmediato y parezca la utopía de un soñador que imagina un mundo mejor. Ronald Bonilla, el poeta de Tiempos sin sombra, nos entrega su obra en marcha.
MARÍA PÉREZ YGLESIAS, escritora y académica.
PORTADA CON PINTURA DE NIDIA MARINA GONZÁLEZ

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Comentario

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PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el octubre 9, 2021 a las 12:00pm

Gracias, amigo Benjamín, abrazos


PLUMA ÁUREA
Comentario de Benjamín Adolfo Araujo Mondragón el octubre 8, 2021 a las 10:51pm

¡Felicitaciones por ese nuevo libro y tan preciso prólogo, Ronald!


PLUMA DIAMANTINA
Comentario de Ronald Bonilla Carvajal el octubre 8, 2021 a las 12:55pm

GRACIAS, MA. DEL MILAGRO, ABRAZOS


DIRECTORA ADMINIST.
Comentario de Maria Mamihega el octubre 8, 2021 a las 12:10pm

GUAUUU QUE PRÓLOGO

MUCHAS FELICIDADES, LE DESEO MUCHOS ÉXITOS.

GRACIAS POR COMPARTIR.

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

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