La sílfide Ágata

Las sílfides provienen originalmente de la mitología griega, son una existencia con aspecto de niña humana, pero con alitas que pueden alcanzar un vuelo ágil a partir de los diez años de edad. Y muchas podrán habitar en los bosques del mundo, pero yo les platicaré de una en particular: la sílfide Ágata, que es un espíritu elemento de la inteligencia.

—¡Hola!... Mi nombre es Ágata, soy una sílfide, un ser amigable. Pertenezco a los bosques y vivo en las alturas de los árboles, mi vida es el viento que me impulsa a volar o levitar, y excepcionalmente piso la tierra, por ser una criatura ingrávida. Tengo habilidades mágicas, puedo hacerme visible o invisible, mi casa está construida en el tallado de los añejos árboles de los bosques de Noruega.

Ella es muy bella, sus hermanos son las aves, las mariposas, los ciervos y los gatos de los bosques. Es feliz cuando vuela sobre los grandes pinos, los robles y las hayas; con las flores de genciana bávara azul hace las tiaras para adornar su cabeza. La humedad, el verdor del bosque, el agua y el arcoíris, dan vida a su energía etérea, sutil y mítica.

Ágata baila en el aire con su vestimenta de gasa traslúcida, como sus alas parecidas a las de la libélula va dejando maravillosos destellos amarillos por donde pasa. Flota, y por las noches, en la oscuridad, canta y canta, porque ese es su lenguaje. Son aire y luz fluorescente los que brotan de su ser, sus grandes ojos iluminan todo el paisaje.

Ágata es un espíritu que representa a la primavera y el alba, y más allá de lo insondable, durante esa estación, goza de las flores del bosque. Ágata es una energía espiritual semihumana, de rasgos delicados, sus cabellos largos color violeta y sus orejas puntiagudas la definen como diferente. Ella es un ser mágico y su lenguaje es musical. Ágata es un sueño de cristal.

***

En Noruega había terminado el otoño para dar paso al invierno. La nieve estaba próxima a aparecer en las altas montañas y los bosques serían visitados por muchísima gente, porque la caída de la nieve para unos es un espectáculo, aunque, para otros, puede ser un sufrimiento. Los amantes del esquí esperan todo el año para disfrutar las alegrías de los deportes invernales.

Cuando llegó el momento de que todo lo cubría aquella perlada y espesa nieve, Ágata seguía  activa y rutilante. El invierno trae consigo días grises y fríos. Los pájaros emigran hacia tierras más cálidas y algunos árboles se quedan sin hojas, pero Ágata, durante el crudo invierno, emprende una intensa actividad, ocupándose cuidadosamente de los árboles, el pino boj y las plantas perennes, los cuales, con su energía espiritual, reedifica.

Ágata cuida muy especialmente del acebo y el árbol de Navidad, pero sufre cuando lo talan en las fechas decembrinas, época donde es cotizado. Se ve hermosa cuando en el invierno lleva una varita luminosa, atrayendo así a las hadas de la nieve, con las que se identifica en las noches de espesa oscuridad, cuando el hielo lo cubre todo y silenciosamente se adueña de todos los parajes.

Y como la humanidad gusta de divertirse, cuando la nieve cubre la naturaleza haciéndola lucir, como una sublime tarjeta postal navideña, la mayoría de las personas desean gozar de esos plácidos momentos que sólo se presentan una vez por año, haciendo viajes a lugares gélidos para disfrutar del hielo; sobre todo, los alpinistas y la gente que esquía a las faldas de las montañas, cerca de los bosques.

Así pues, a mitad de diciembre se organizan expediciones masivas y, entre tanta gente asistente, les contaré lo que vivió una de las familias excursionistas.

Se trata de los Hansen, una familia noruega compuesta por cinco integrantes, que gustan de los entretenimientos extremos. Como cada año, fueron a disfrutar la Navidad, allá, donde el frío congelante no se siente cuando se tiene todo para pasarla bien, entre lagos, bosques, montañas, ríos y cascadas.

Los Hansen se hospedaron en uno de los hoteles cinco estrellas, donde las familias completas agradecían a la vida el poder estar en el deslumbrante corazón del fiordo Aurlandfjord. Ya cumplían una semana de encontrarse en aquel maravilloso lugar, donde brilla el sol pero no calienta, y el piso, como un espejo, todo lo refleja como si fuera de plata.

Edda, de cinco años, la más pequeña de la familia Hansen, es una criatura preciosa enamorada de su inseparable mascota, un husky siberiano de pelaje perlado llamado Bonzo; Edda aprendió a esquiar desde los tres años. Así que, la niña, tenía dos años consecutivos practicando el esquí, al igual que el resto de su familia. Los Hansen son muy unidos, y se emocionaban contando los días para la llegada de la Navidad.

—Falta una semana para Navidad, ¡sí! –decía Edda.

El guía, responsable de la excursión, le informó al grupo que conformaba el paseo:

—Señores, mañana temprano, después del desayuno, partiremos a las faldas de las montañas nevadas, próximas al bosque, nos reuniremos en el lobby del hotel.

Al amanecer, las personas se empezaron a reunir, todos estaban eufóricos, llevando vestimenta especial para la nieve, desde la cabeza hasta los zapatos: abrigos de plumón de ganso y prendas sintéticas, facilitando la transpiración. Una vez completo el grupo, el guía anunció partir rumbo a la diversión. Todas las personas, algunas esquiando, otras, alpinistas subiendo las montañas, tenían todo el tiempo a su arbitrio para disfrutar de aquel sublime panorama.

La familia Hansen no era la excepción, el padre y los hijos se fueron a escarpar la montaña, mientras la madre se quedó en las faldas con Edda y Bonzo, la mascota de la pequeña.

De pronto, la señora Hansen se distrajo platicando con una de las viajantes, tratando de conocerla, deslizándose a uno de los cafés aledaños, pero cuando volteó buscando a Edda para llevarla consigo, no la encontró, tampoco estaba Bonzo, la mascota. Fue entonces cuando la madre de la niña y la acompañante emprendieron la búsqueda; la madre, transida de angustia, gritaba uniéndose a ella el guía y parte del grupo. El señor Hansen y sus dos hijos estaban en lo alto de la montaña, en un paraje completamente ignoto, totalmente ajenos a lo que en ese momento sucedía. La señora no les mandó decir nada, hasta la hora de partir hacia el hotel, porque ella aseveraba que la encontrarían antes del regreso.

Pero llegó la noche y Edda no apareció, así que se dio parte a la Policía. Cuando el resto de la familia bajó de la montaña se enteraron de su desaparición; hubo discusión entre el matrimonio por el descuido de la madre, la misma que plañía desconsolada. La familia completa se encontraba asolada. Mientras, la Policía la buscó por largas horas en helicópteros con reflectores, sin obtener éxito.

El jefe de la Policía informó que al amanecer continuarían con la búsqueda. La familia Hansen pasó la noche en vilo. ¿Qué Navidad les espera? Todos los excursionistas se hacían esa pregunta.

Al amanecer, de nuevo emprendió la búsqueda la Policía, el grupo de excursionistas y los guardabosques, llegando el atardecer, regresaron entristecidos al hotel, pensando y esperando lo peor. La gente empezó a condolerse de la familia Hansen, se reunieron todos para rezar, pidiendo a la gracia divina que apareciera Edda, pero pensaban en la noche gélida, la humedad, y comenzaban a dudar de que la pequeña estuviera viva.

Mientras, en las entrañas del bosque se encontraba la sílfide Ágata, quien la encontró con su mascota y la resguardó en el hueco de un viejo abeto. Llamó a sus amigos del bosque para que le dieran calor. Edda lloraba, timorata, y pedía reunirse con su madre. A pesar de que los lenguajes de una y otra eran completamente ajenos, Ágata hacía todo por entenderla, y su inteligencia era tal, que comprendió lo que le había sucedido a la pequeña.

Dentro de su miedo, Edda observaba a la sílfide y preguntaba:

—¿Tú eres la niña del cuento que estoy leyendo?

Ágata sólo la observaba y trataba de comprenderla, aunque parecía que jamás lo lograrían. Pero las lágrimas, la tristeza y la felicidad son sentimientos universales, así que Ágata sabía que la niña estaba sufriendo.

La inteligente sílfide pensó, pensó, pensó… Y así como su ágil vuelo, como el aire, la luz y su espiritualidad, supo lo que haría al siguiente día, el 24 de diciembre.

Y como todo pasa y la vida sigue su curso, los excursionistas se preparaban para la cena de esa noche de Navidad. Sólo la familia Hansen se mantuvo en su habitación a la expectativa de alguna noticia, fervientemente rezaban por la salvación de la pequeña Edda.

Ya en el restaurante se encontraba el grupo de excursionistas, esperando a la familia Hansen para dar principio a la cena, y aunque sin ánimo, bajaron y se sentaron a la mesa con todos los demás. Uno de los comensales pidió una oración para agradecer a Dios por la Nochebuena, y por la aparición de la pequeña Edda Hansen, la familia con lágrimas en los ojos pero con la esperanza viva, se disponían a celebrar, cuando, inesperadamente, hizo su aparición en el restaurante la pequeña Edda, con Bonzo. Todos se pusieron de pie, apresurando el paso hacia ella; su madre la abrazó y le dio gracias a Dios por el milagro de esa noche tan significativa para su familia, y para todos los que de alguna manera vivieron el suceso, viendo a la pequeña como un verdadero milagro viviente.

Los padres, más que reprenderla, la cuestionaron:

—Edda, ¿dónde estuviste? ¿Cómo llegaste hasta aquí? Te buscamos por todos los medios.

Edda sólo se limitó a contestar:

—A Bonzo y a mí nos trajo volando la niña mágica del bosque, ella tiene alas y mucho brillo, es la sílfide del cuento.

—¿Qué cuento, Edda?

Y con entusiasmo decía:

—Mamá, ¡la del libro que me regalaste!

Todos quedaron atónitos con la contestación de la niña, y después de haber pasado por tan grande susto, estuvieron felices porque pudieron brindar por la Navidad, gracias a los cuidados de la sílfide Ágata, de la que nunca sabrá la familia Hansen, sólo Edda, que como un sueño, jamás la olvidará.

Nombre de Autora: Mónica Lourdes Avilés Sánchez.

País México.

 

 

Vistas: 151

Respuestas a esta discusión

Hermoso cuento que mezcla hechos pragmáticos con la fantasía. Es interesante y entretenido,

Gracias por participar.

Hermosa

¡Precioso cuento de navidad que combina a la perfección la mitología y los sentimientos humanos, Mónica Lourdes!

Gracias Mónica Lourdes Avilés por permitirnos disfrutar de tu bello cuento.Felicidades.

Muy bonito cuento.

En la vida hay seres así de generosos 

como la sílfide Ágata

que nos brindan momentos gratos

regalándonos inolvidables navidades de felicidad.

FELICITACIONES Mónica Lourdes.

 GRACIAS A TODOS COLEGAS AMIGOS , POR SU GENEROSIDAD.

QUE PASEN UNAS FELICES FIESTAS NAVIDEÑAS.

Gusto de leer tu hermoso cuento, que tiene de realidad y ficticio, y matiene al lector haasta su fin.

Saludos cordiales 

Teodora

Es un cuento maravilloso bien logrado amiga Mónica, mantienes al lector atento de principio a fin

Abrazos navideños

Kokul 'al

Gracias amiga, he disfrutado mucho de la lectura de tu hermoso cuento navideño, felices fiestas decembrinas, un cariñoso abrazo.

RSS

Ando revisando  cada texto  para corroborar las evaluaciones y observaciones del jurado, antes de colocar los diplomas.

Gracias por estar aquí compartiendo tu interesante obra.

Your image is loading...

Insignia

Cargando…